Historia

La fuente del Retiro que parece sacada de un cuento de Walt Disney

Un surtidor histórico, levantado en honor a la princesa Isabel, que recorrió la ciudad antes de acomodarse en este parque

Fuente de los galápagos
Fuente de los galápagosAgencia EFE

Parece una de esas historias de Walt Disney, convertida en surtidor de agua y color. Con un fondo mágico de hadas encantadoras y princesa agraciada por sus dones.

En el origen de todo, alguien tan poco mágico como Fernando VII. Más bien él podría ser el malo de esta película. Lo cierto es que al rey absolutista y represor de todo defensor de la Constitución de Cádiz, se le ocurrió, para conmemorar el primer aniversario del nacimiento de Isabel II, levantar la fuente de los galápagos, también conocida por este motivo por el nombre de la entonces princesa. Instalada originalmente en la Red de San Luis en 1832, allí permanecerá casi 50 años hasta que en 1879 se traslada a la glorieta de Nicaragua del Retiro, zona contigua al Estanque Grande y al templete de música en el parque de El Retiro.

En el monumento, y aquí es donde encontramos su relación con la imaginación de Walt Disney y tantos otros cuentistas -dicho este de más manera más obvia-, tres hadas conceden sus dones a la princesa y los elementos escultóricos instalados representan los buenos deseos hacia la futura reina. Una historia que parece sacada de la bella durmiente, con las hadas invitadas a la presentación pública de la hija del rey. En la que nos ocupa, los delfines cabalgados por cuatro niños se asocian con la inteligencia, la sabiduría y la prudencia. Los elementos marinos se relacionan con la fecundidad, ya que del agua surgió la vida, y los galápagos y la tortuga son símbolos de longevidad. Un cuento mágico sin duda.

Con todo, sobre el origen de todo ello, diferentes estudios proponen que fue encargada para conmemorar distintos eventos relacionados con la que sería la reina Isabel II: bien la jura como princesa de Asturias, bien su nacimiento o bien su primer cumpleaños. La fuente fue diseñada por el arquitecto Francisco Javier de Marietegui, con esculturas de granito y piedra caliza talladas por José Tomás.

Por aquello de que las cosas deben de tener una utilidad, la fuente no tenía solo carácter conmemorativo y ornamental, sino que servía para el abastecimiento de agua, para lo cual en 1839 estaban autorizados diecisiete aguadores. El caudal de sus nueve caños era de doce reales de vellón de agua. En aquel entonces, el caudal se medía entonces calculando la cantidad de agua que manaba por una cañería con un diámetro de un real.

Está compuesta por un surtidor superior en forma de caracola situado sobre una taza que a su vez se apoya en una columna en forma de palmera recubierta de hojas. A sus pies hay cuatro niños montados sobre otros tantos delfines de cuyas bocas surge el agua que, tras salvar dos gradas, recubiertas de vegetación, cae en el vaso inferior. Al nivel de la segunda de estas gradas hay otros cuatro surtidores que vierten su agua sobre unas conchas y posteriormente al vaso inferior. Estos cuatro surtidores, como apuntamos, representan dos ranas y dos galápagos, que le han dado su nombre popular. La fuente está rodeada de un pequeño parterre con flores de temporada y un seto de boj.

Y un dato clave: tenemos que tener en cuenta que en 1858 se inauguró el canal de Isabel II. A partir de ese momento, y poco a poco, esta fuente de los galápagos dejó de tener una función utilitaria. Debido al increíble tamaño que tenía, se llegó a proponer su traslado a la histórica plaza de Santa Ana. Tiempo más tarde, en el año 1879, José Urioste, por entonces director de Fontanería y Alcantarillado del Ayuntamiento, tomó una firme decisión: llevar esta fuente hasta la glorieta de Nicaragua del Parque madrileño del Retiro. Este, por ahora, parece ser el fin de su periplo por la capital.