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Lujo en el Madrid de los años 30: el barco-piscina del Manzanares

La Isla tenía aspecto de buque varado con piscinas a proa y popa y una cubierta en el interior. También contaba con un gimnasio, restaurante, solárium e incluso una sala de fiestas

Isla del Manzanares
Isla del ManzanaresEfe

Arquitectura racionalista y las mejores instalaciones para nadar. También para ver y ser visto. Y a un precio prohibitivo para la época. Eso era la piscina de la Isla, en el río Manzanares.

Interior de la piscina de La Isla
Interior de la piscina de La IslaEfe

Nada que ver con su coetánea “playa” de Madrid, allá por el 1932. Diseñada por Manuel Muñoz Monasterio, arquitecto de la plaza de toros de Las Ventas o el Bernabéu, la conocida como Playa de Madrid estaba dos kilómetros aguas arriba del Puente de San Fernando, cerca del actual Hipódromo de la Zarzuela y a la altura de la desembocadura del Arroyo del Fresno. Por sus precios populares, su masificación y su titularidad pública, algunos la llamaban “el charco del obrero”.

Sin embargo, esto de lo que hablamos era otra cosa. No solo sus instalaciones seguían los cánones de un art decó racionalista, acorde con los tiempos estéticos, también tenía características que hoy en día tildaríamos de “sostenibles”. El agua de La Isla provenía, aunque filtrada y tratada, del propio río.

La construcción se alzaba en un isla natural del Manzanares, de unos seis mil metros cuadrados, que se decidió respetar con la primera canalización del río, llevada a cabo en entre 1914 y 1925. Sobre ella proyectó Gutiérrez Soto la que sería una de las piscinas más populares del Madrid de la época, un imponente edificio de fachadas curvas con grandes superficies de vidrio, ojos de buey y una casi total ausencia de decoración acorde a los preceptos del racionalismo. No es vano, es un estilo arquitectónico fundamentado en la razón que se basaba en las líneas sencillas y funcionales propias de las formas geométricas simples, en materiales de orden industrial como el acero, el vidrio y el hormigón y que renunciaba a la ornamentación excesiva, dotando de gran importancia al diseño, que debía ser sencillo y funcional a partes iguales.

Gutiérrez Soto tomó como referencia para el proyecto el Club Náutico de San Sebastián para diseñarla. De titularidad privada y con precios, como decíamos, que no eran asequibles, como sí ocurría con La Playa de Madrid, para todos los públicos, la Piscina de La Isla tenía aspecto de buque varado con piscinas a proa y popa y una cubierta en el interior. También contaba con un gimnasio, restaurante, solárium e incluso una sala de fiestas.

Su construcción, en el marco del Plan General de Ordenación Urbana de Madrid del año 1930, que proponía algunas mejoras para el río Manzanares, giraba en torno a la pretensión del consistorio de la capital de trasladar a la ciudad el entonces novedoso fenómeno de los clubes sociales que habían aparecido en el norte de la península a principios de siglo. El Ayuntamiento quería que el Manzanares se integrara en la vida de los madrileños, y durante unos años lo consiguió.

Como todo, aquella piscina tuvo un final. Aunque prematuro cabe apuntar. Tras cinco veranos sofocando los calurosos veranos madrileños y cinco inviernos como sede del Club de Natación Real Canoe, la piscina de La Isla fue alcanzada por un obús en 1936. La Guerra Civil “se dejó ver” en sus instalaciones. Tras la contienda, las dependencias de La Isla fueron reconstruidas, pero el desbordamiento del Manzanares en el 47 las dañó y finalmente se decidió cerrar en 1954. En el río se abrió una presa y desaparecieron los islotes. De La Isla solo queda ya el recuerdo. Un recuerdo nostálgico y relajado.