Entrevista

Recycled J: «Mi álbum es lo más jardín de las delicias que he hecho nunca»

Después de un «sold out» en el Movistar Arena, el artista Recycled J cierra la etapa con «San Jorge», el proyecto con el que más ha buceado en sí mismo

Entrevista a Recycled J
Entrevista a Recycled J. David JarDavid JarFotógrafos

«Tengo la corona de Madrid Sur», dice Recycled J en su canción «Zizou». Y desde luego que, si alguien la merece, es este artista que siempre ha presumido de sus orígenes, de su barrio Carabanchel, y de todos aquellos que le han acompañado en el camino. Un caballero sin armadura, pero con alma. Así podría resumirse la evolución de Jorge Escorial, más conocido como Recycled J, uno de los nombres incluidos en la lista de quienes han agotado las entradas del Movistar Arena de Madrid con cuatro meses de antelación. Un logro que él no recibió como una simple victoria comercial, sino como la culminación simbólica de una batalla íntima que lleva librando desde hace años. «Me costó digerirlo, fue una carga emocional muy fuerte. Estaba terminando el disco mientras hacía la gira», recuerda. El disco del que habla es «San Jorge», un proyecto conceptual dividido en dos partes, donde su universo creativo se ramifica entre lo introspectivo y lo experimental, como una lucha interna entre el santo y el dragón que simbolizan las dos caras de su ser.

«Me siento pleno», reconoce después de que, hace menos de un mes y desde el escenario más grande de Madrid, mencionase su rosa, su semilla, su barrio; ese que lo vio crecer y que impregna su obra como un hilo invisible. «Yo soy un niño de los 90 en Carabanchel. Cuando pienso en el legado de mis padres y mis abuelos, en el esfuerzo, en el amor... todo eso, antes que Madrid, me sale decir Carabanchel».

Pero previamente a este Movistar Arena estuvieron Vista Alegre, las salas y los parques de sus inicios, como el de la Bombilla de Príncipe Pío, porque antes de ser Recycled J, también fue un estudiante de Magisterio que empezó su carrera musical a los 16 años, compaginando sus primeros temas con los estudios universitarios. Sin embargo, no tardó en apostar por la música: «Cuando sentí seguridad en mí mismo y me comía la faceta artística lo dejé todo. No me arrepiento. Si no me hubiese dedicado a esto, todo lo que me he gastado en estudios y producciones me lo habría gastado en terapia» (ríe). Y es que para Recycled, la música no es solo expresión: es supervivencia. «Cuando falleció mi padre, o mis abuelas, que eran como madres para mí, la música fue mi vía de escape. Pude canalizar todo ese dolor, toda esa verdad. Me salvó».

Manifiesto emocional de dos caras

Su último álbum, «San Jorge», es quizá el proyecto más ambicioso de su carrera. Dividido en dos partes, la primera mira hacia sus raíces, su barrio, su infancia, sus pérdidas. La segunda se adentra en un terreno más oscuro, abstracto y sonoro. «El álbum habla de esa leyenda de San Jorge y el dragón, de ese yin-yang, esa lucha interna que todos vivimos», explica. En el escenario, ese simbolismo se convierte en escenografía viva: «Ya desde Casanova aparecía con armadura. Ahora en San Jorge me desprendo de todo y solo queda la máscara». Esa máscara, lejos de ser un simple accesorio, es como la metáfora del caballero: «Me he quitado todo, solo queda eso. Tiene la forma de una ‘C’ de Casanova, y cuando se entrelazan varias, forman un corazón. Es todo muy simbólico. Hay mucho trabajo detrás». Y es que el artista, declarado por sí mismo como «muy perfeccionista», está involucrado en cada una de las aristas que definen su proyecto, formando parte activa de todo el proceso creativo: «No soy solo el que canta. Estoy en cada diseño, en cada luz, en la dirección creativa. Este disco lo he hecho al 100%, con otras personas, pero profundamente implicado».

Entrevista a Recycled J. David Jar
Entrevista a Recycled J. David JarDavid JarFotógrafos

Desde sus inicios en la música, actuó «sin etiquetas y sin miedo», por ello, la definición de su estilo musical nunca ha sido una preocupación: «Me gustan los retos, aprender y conocer». Comenzó su andadura en el rap más puro y, desde entonces, ha navegado entre géneros como trap, pop, electrónica o baladas. «Nunca me ha dado miedo que me llamen vendido. Llevo toda la vida cambiando, probando cosas. Ahora puedo hacer lo que me dé la gana y nadie puede decir nada, porque he crecido haciéndolo». Y esa versatilidad se pudo ver en su último concierto, desde los más raperos hasta los más poperos: «Me flipa ver esa mezcla. Hay canciones larguísimas, sin estribillos, sin estructuras tradicionales, pero la gente conecta. El gancho es la emoción, no el beat», apunta.

Cuando salió al escenario y se expuso ante miles de personas, pidió que todos encendieran una luz, «nunca lo olvidaré», dice. No obstante, en esos momentos él también padeció el clásico síndrome del impostor del que pocos se salvan: «Bajé con un sabor agridulce, pensando que no lo había hecho lo suficientemente bien. Luego vi los vídeos y pensé ‘tío, ha sido un espectáculo’. Pero tengo ese punto de exigencia todo el rato».

Preguntado por cómo recomendaría escuchar «San Jorge», sugiere una especie de ritual introspectivo: «Con buenos cascos o altavoces, encerrado contigo mismo. Es un álbum con muchas capas. En la primera parte hablo de mis amigos, de mis padres, de mis abuelos. Todos tenemos eso. Conectas porque es real». Así, su obra es casi un archivo emocional de una generación que se debate entre la memoria y el presente. «El barrio que viví ya no existe, ni esa plaza ni ese autobús, pero me hicieron como soy. No quiero que mis hijos vivan lo mismo, quiero que vivan lo suyo. Yo simplemente lo reivindico».

Tiempo de respirar

«Ahora quiero disfrutar lo que he conseguido, que la gente disfrute el disco, y descansar. No sé qué vendrá después, pero lo que tenga que ser, será». No descarta cambiar de nombre artístico, ni redefinirse por completo. «He terminado un proceso muy denso. Llevo años trabajando para esto. Quizá toque soltar un poco». Lo hará, dice, escuchando «El Secreto» de Juicy Bae, atendiendo las enseñanzas de su padre, admirando a su grupo de referencia, Natos y Waor, cenando en La Capa de Marqués de Vadillo o comiendo en Casa Enriqueta. Con armadura o sin ella, con máscara o sin ella, Jorge deja claro que su música seguirá siendo una prolongación de su alma y los versos con los que lidie sus batallas.