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Medio Ambiente
Consumidos por las Navidades
Los ambientalistas alertan de que el despilfarro y las compras exacerbadas perjudican gravemente el medio ambiente. El regalo favorito de estas festividades son las prendas de ropa, que proceden de la segunda industria más contaminante del mundo. Asimismo, en diciembre y enero aumenta el desperdicio alimentario y se dispara el gasto energético en alumbrado navideño
Con las navidades llegan las largas comilonas y los paseos por el centro de la ciudad para admirar las luces o hacernos con esos pequeños “detalles” de última hora. Pero estas fiestas también van asociadas a digestiones pesadas, visitas intermitentes a centros comerciales, compras superfluas, regalos que no necesitamos y un gasto de energía muy elevado. Si bien diferentes colectivos ecologistas consideran que el consumo es necesario para el desarrollo de nuestra economía, piden que éste sea responsable para no degradar aún más el planeta y agrandar la brecha social. El consumo supone –de manera directa o indirecta– más del 60% de las emisiones de gases de efecto invernadero y un 80% del gasto de agua y tierra a nivel global.
Sin embargo, el derroche se ha instalado como hábito al final de cada año y no es de extrañar que en fechas tan señaladas se disparen los gastos de los hogares españoles con respecto a otros meses y en comparación con 2018. De acuerdo con el informe de Consumo Navideño 2019 elaborado por Deloitte, cada español gastará unos 554 euros de media hasta el próximo 6 de enero, un 2,4% más que el gasto real registrado en las mismas fechas el año pasado. Entonces, las facturas ascendieron a 541 euros. Casi la mitad del presupuesto se va en los regalos: 238 euros de media, unos 45 más que en el resto de Europa.
La opción favorita para obsequiar a amigos y familiares son las prendas de ropa. Mientras, la industria de la moda se coloca como la segunda o tercera más contaminante del mundo. “La posición varía en función de si discriminamos o no alguna parte del proceso”, aclara Brenda Chávez, periodista y escritora especializada en moda sostenible. La elaboración de productos textiles es “perjudicial desde el momento de la extracción de recursos hasta su transporte, pasando por su elaboración (en ella se utilizan millones de litros de agua o se utilizan microplásticos y químicos)”. A través de este proceso se generan 62 millones de toneladas de ropa al año. En nuestro país se crean aproximadamente 360.000 toneladas de estos residuos y solo se reciclará el 10%, según recoge el último informe de la Asociación Ibérica de Reciclaje Textil. El resto acaba en vertederos o se quema, produciendo aún más emisiones.
“Al mundo le sobra ropa”, expone Chávez. En caso de querer o tener que comprarla, lo ideal sería tratar de reducir envoltorios y comprar productos con vocación sostenible. Así, en lugar de tener muchos artículos “low cost” (prendas baratas y de poca calidad) estas navidades, podemos regalar un solo producto “artesanal, elaborado por pequeñas firmas de moda, reciclado o, incluso de segunda mano”. La segunda mano, apunta Chávez, está viviendo un momento de “dignificación” y por estas fechas se organizan varios “intercambiadores de ropa” o ferias para renovar nuestro armario por medio del trueque colectivo.
El segundo gasto que más presupuesto acapara en diciembre en el hogar español –solo por debajo de los regalos– es el dedicado a la alimentación. Reuniones familiares, cenas de empresa, copiosas comidas… “Son fechas en las que nos hacen consumir más productos de los que necesitamos y, en Navidad, la gente quiere llenar la mesa de comida, aunque luego no se coma ni se beba todo”, expone Celia Ojeda, responsable de Consumo en Greenpeace España. Esta conducta provoca, según Ojeda, el aumento del desperdicio alimentario entre diciembre y enero, aunque las cifras más altas se dan entre primavera y verano. España se ha mostrado incapaz de frenarlo: cada año tiramos 1.300 millones de kilos a la basura y en 2018 la cifra ascendió un 8,9% más que el año anterior. Sin embargo, nuestro país se comprometió a reducir el desperdicio de alimentos a la mitad en 2030 cuando adoptó los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU en septiembre de 2015.
“Tenemos que acabar con la cultura de tener la mesa llena, porque en la producción de alimentos se gastan recursos hídricos, se produce mucho embalaje y se termina con una basura que hay que gestionar”, señala la responsable. Además, la mayor parte de estos residuos “acaba en vertederos e incineradoras”. En España, suspendemos en reciclaje: mientras en la UE, de media, el 45% de los residuos municipales se reciclan, nuestro país está estancado en el 29%. La directiva de la ONU establece que en 2020 cada Estado debe llegar a una tasa de reciclaje del 50%.
Asimismo, en estas fechas, “no nos preocupamos por la trazabilidad de los productos, ni por su huella ecológica, ni por el agotamiento de las especies ni por la explotación laboral de aquellas personas que los producen”, considera Ángel Encinas, portavoz de Ecologistas en Acción y coordinador del área de Consumo. “Cada vez somos menos ciudadanos y más consumidores”, expone. Como clave para las navidades, anima a reducir el consumo (“de todo, menos” es su máxima) y hacer “compras conscientes”. Y así, inclinarse por los productos de proximidad y temporada como los guisos o la lombarda con manzanas es positivo para el entorno. Al acortar la distancia entre el lugar de producción de un producto hasta el lugar de consumo, se aporta “una serie de beneficios hacia el medio ambiente (menor embalaje y menor costo ambiental de transporte) y la sociedad (impulso de la economía local)”.
CEGADOS POR LAS LUCES
Junto a la Navidad, llega también la decoración que realizan los ayuntamientos: árboles luminosos situados en plazas emblemáticas, luces sobre las calles más concurridas, nacimientos incandescentes en las rotondas más transitadas, música en zonas comerciales... Todo ello ha convertido a España en el país que más invierte en iluminación navideña por habitante de la Unión Europea. Nos gastamos cerca de 950 millones de euros en el alumbrado público de los municipios en solo un año, según la Red española de estudios sobre la contaminación lumínica. Esto nos convierte en uno de los países más afectados por la contaminación lumínica: menos del 4% de la población vive en zonas de baja polución.
La buena noticia es que los ayuntamientos están sustituyendo progresivamente la vieja iluminación con bombillas de LED. Sin embargo, esto no siempre juega a favor de la eficiencia energética. “Tenemos dos factores que operan en sentido contrario: por un lado, las LED suponen una reducción de consumo del 90% o más con respecto a las incandescentes, pero si “sobreiluminas” la ciudad, al final el consumo es igual o superior a cuando se hacía con bombillas convencionales”, pone de relieve José Luis García, responsable del Programa de Cambio Climático de Greenpeace.
Sobrecargar la ciudad con luces en Navidad se ha convertido en una fórmula para atraer la atención de los medios comunicación y meterse en el bolsillo a los turistas, pero también hay ciudadanos que piensan que se trata de un gasto energético innecesario en plena emergencia climática. “Existe un problema de sobreiluminación”, explica Tatiana Nuño, responsable de la Campaña de Energía y Cambio Climático de Greenpeace. “Vivimos una crisis ecológica donde lo que se debe premiar es el ahorro y la eficiencia”, defiende.
El problema, indica, es que “el sobreconsumo energético hace que al final haya que “tirar” de otras energías no renovables como el carbón, los fósiles o la nuclear”. El borrador del Plan Nacional de Energía y Clima espera lograr una presencia de las renovables del 42% sobre el uso total de la energía para 2030. Si queremos alcanzarlo, expone, “hacen falta políticas que lo aseguren”. Nuño propone “fomentar el autoconsumo y la generación de energías desde los ayuntamientos, por ejemplo, instalando paneles solares en todos los edificios públicos”. ¿El objetivo? Alcanzar una “sostenibilidad total», en la que la ciudad «produzca, gestione y autoconsuma su propia energía renovable”.
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