Morir de cara
Don Macario Vitales era sacerdote del pueblo de Guaso (Boltaña, Huesca), de la diócesis de Barbastro, desde el año 1922. Con la Segunda República lo pasó bastante mal. En el otoño de 1932 escribe al obispo Mutiloa, evaluando lo que contribuirán sus feligreses con Culto y Clero el año que viene: “No sé si alguien se determinará a dar alguna cosa pero de todos modos creo será muy pequeña cantidad y si así fuese lo pondría en conocimiento de V.E. He de advertirle que este pueblo está completamente materializado (ya de antiguo) y con estas revueltas cada día se apartan más de Dios y de la Iglesia salvo raras excepciones y si Dios no se compadece de ellos no veo manera de salvarlos” (1).
Doña Saturnina Revilla Armisén, natural de Guaso, recordaba cosas de su niñez, de haberlas escuchado a sus padres:
“A una hermana suya, Balbina, de 86 años, la preparó para la primera Comunión. Balbina le ha referido que ese día don Macario les invitó a la abadía a almorzar. La casera de don Macario, doña Concha, había preparado caracoles, los más ricos que Balbina ha probado. Esta invitación se debió, según le refirió Balbina, a que su madre le solía dar una torta o media, cada vez que hacían el pan en su casa. En contrapartida, don Macario les solía guardar un periódico que recibía a diario. De aquel y otros días, se acuerda de algunos rasgos del sacerdote. No era muy alto; y se le quedaron grabadas en la retina, del día del entierro de su hermana, unas botas de media caña, con cordones en “zig-zag”, que llevaba don Macario.
Doña Saturnina declara que siempre oyó hablar bien en su casa de don Macario Vitales. Sus padres consideraban que era una persona muy buena. Su padre, don Francisco Revilla, era republicano y no iba a misa. A pesar de ello, mantenía cierto trato con don Macario; era frecuente que coincidieran fumando, cosa que gustaba a ambos. Sacaban la petaca de cuero y el papel de marca “Jaramago” para liar el cigarro” (2).
Guaso tenía en 1930 304 habitantes, de los que 232 en su núcleo principal. En las elecciones de febrero de 1936, la CEDA sacó 53 votos, el Frente Popular 58 y Enrique Banzo Echenique, monárquico, 9 votos. El pueblo estaba dividido en dos mitades. Pero algunos conservaban una pizca de sentido común para hablar con tranquilidad y fumarse un cigarro de vez en cuando.
“Quiero morir de cara, como los hombres”
Don Macario permaneció en Guaso celebrando la santa Misa con normalidad, tocando la campana, hasta el mismo día 24 de julio. Saturnina Revilla recuerda que una hermana pequeña, Generosa, falleció el día 22 de julio y que don Macario estuvo oficiando el funeral al día siguiente. Aunque el padre de doña Saturnina, Francisco, era republicano y no iba a Misa, se negó a quemar la iglesia y ofreció refugio en su casa al párroco. Durante una noche, don Macario estuvo escondido en una cuba de la casa de Francisco Revilla. Don Macario debió pensar en el compromiso en que quedaba esa familia si le detenían y decidió marchar a la abadía.
Eduardo Broto Lanao declaró en 1942 que don Macario “fue detenido por personas ajenas del pueblo (desconocidos), en Guaso, el 24 de Julio, siendo conducido a la carcel de Boltaña, donde desapareció sin saber su paradero”3. En la Encuesta del obispado de Barbastro de la década de 1950, para colaborar con el libro que preparaba don Antonio Montero sobre la persecución religiosa, se lee que “cuando lo fueron a detener, vestido de sotana aun, les dijo a los que lo iban a detener: ya iré yo mañana después de celebrar. Y así lo hizo presentándose él mismo en Boltaña”. Don Santos Lalueza, sacerdote que pudo escapar y después fue vicario general de la diócesis de Barbastro, escribió: “Continuó celebrando Misa hasta el día 25 de julio. Aquel día vinieron a detenerlo y dijo que iría él mismo a Boltaña al día siguiente, después de haber celebrado. Parece que no sospechaba la magnitud de la catástrofe. Al día siguiente, cumpliendo su palabra, vestido de sotana y sombrero, se presentó en Boltaña y fue encarcelado. En la cárcel tuvo por compañero a don Carlos Latorre Lagüens, Párroco de Albella”.
Don Santos Lalueza refiere el final de ambos sacerdotes:
“El día 15 de agosto, fiesta de la Asunción de la Virgen, sacaron a los dos sacerdotes de la cárcel y los llevaron a las cercanías de Javierre de Ara, a la orilla de un barranco llamado “Guardo”. Se dijo que los habían hecho pasar por el borde de un precipicio y que don Carlos increpó a sus verdugos: “Nos matáis, pero el triunfo no será vuestro”.
Fusilados allí mismo, en el dicho día 15 de agosto de 1936, sus cadáveres quedaron insepultos. Unos vecinos de Javierre los enterraron en el mismo lugar de su fusilamiento. Algún tiempo después, una avenida del Barranco arrastró los restos de los dos sacerdotes” (4).
En la Encuesta diocesana que ya hemos mencionado se lee: “Cuando le iban a asesinar le preguntaron que cómo quería morir y él respondió que de cara como los hombres y lo fusiló uno del pueblo”.
Setenta años después, algunas personas de Guaso consideraban mártir a don Macario Vitales, el sacerdote que les bautizó y anhelaban que saliera adelante su proceso de martirio. Toda su vida vivieron con esa ilusión.