Opinión

Un suicida al volante

Si el papel lo aguanta todo, no digamos un discurso prefabricado a las puertas del Tribunal Supremo. Artur Mas se sumó este martes a la lista de secesionistas que han tachado de «simbólica» la declaración de independencia aprobada el pasado 27 de octubre por el Parlamento de Cataluña. El ex presidente de la Generalitat manejó con habilidad ese resorte para negar que se hubiese retractado de nada durante sus tres horas de declaración ante el juez Pablo Llarena. En un ambiente de catarsis colectiva del soberanismo, sacó pecho en un intento de recuperar parte de su orgullo perdido como líder, en otros tiempos, de una organización política que durante tres décadas llegó a tener «amarradas» incluso buena parte de las decisiones de La Moncloa. Como heredero de aquella criatura, Mas ha llegado a pasar por diferentes estados de ánimo, hasta llegar al que acabó con su abandono de la presidencia del PDeCAT por sentirse incapaz de frenar la deriva del Frankenstein que dejó como su sucesor. A diferencia de Carles Puigdemont, él tiene interiorizado que el 155 le ha ganado la partida a los planes rupturistas con España. Y, claro, que el «procés» está muerto.

Hace tiempo que los intereses de Mas y de Puigdemont dejaron de ser los mismos. Sin embargo, el éxito electoral del cabecilla fugado en Bruselas restó capacidad de maniobra para reconducirle hacia la «rendición». Habría sido esencial tocar la pragmática partitura del «arte de lo posible». Sin duda. De hecho, Mas llegó a tener el claro propósito de retomar el mando de la situación a la antigua usanza, esto es, mediante una combinación de intrigas subterráneas... Pero la sorpresa el 21-D rompió de golpe esos planes. Con todo, fuentes bien informadas señalan que los lazos de Mas y Puigdemont «se cortaron hace tiempo». Lo más curioso del asunto es que todos en la antigua Convergencia reconocen, en conversaciones privadas, que van subidos en un coche guiado por un conductor suicida que se aferra al volante sin sentir el peligro. Un chófer encelado en una ruta delirante que sólo lleva a la cárcel. Y en esas siguen.