El canto del cuco

El último verano

Pedro Sánchez sabe que está en tiempo de descuento, en los minutos basura

A la tercera va la vencida. Con este dicho popular se conforman los antisanchistas menos impacientes. Hay poderosas razones para pensar que sólo falta una nueva revelación llamativa, un nuevo escándalo, para que Pedro Sánchez se rinda. Basta con que se compruebe que la corrupción no se reduce al «trío del Peugeot». Basta con que se rompa la cápsula artificial que envuelve a estos tres personajes. Otro nuevo episodio y se acabó. Se lo han dicho a la cara en el Congreso de los Diputados sus aliados. Los vascos han sido los más claros, pero Rufián no se ha quedado atrás. Y los cuatro de Podemos ya no aguantan más. Así que sólo falta esperar noticias de la UCO, de los jueces y de los medios de comunicación, que son los guardianes de la democracia y la legalidad. El convencimiento general, también en el interior de La Moncloa, es que esta historia no ha terminado y que la última crisis se ha cerrado en falso. El «Financial Times» clavaba ayer, en un informe demoledor, el final de Sánchez.

La primera vez que, según ha confesado, pensó en dimitir fue cuando se enteró de que un juez investigaba el dudoso comportamiento de su mujer. Entonces se encerró cinco días a meditar qué hacía, y el psicodrama acabó en farsa. La segunda, hace unos días, cuando vio entrar en la cárcel de Soto del Real a Santos Cerdán, su hombre de confianza, puesto por él al frente de la organización del partido después del escandaloso final de su antecesor, el ministro José Luis Ábalos. Los dos, con Koldo, le llevaron en andas a Ferraz y después a La Moncloa. Una durísima prueba, que ha solventado de forma poco convincente compareciendo como víctima de una traición para evitar aparecer como cómplice o irresponsable. Es normal que lo esté pasando mal a pesar de su demostrada sangre fría. Su rostro tenso, ojeroso y enflaquecido refleja la insoportable tensión interior. Dicen que, después de lo que le ha pasado, ya no se fía de nadie; aseguran que el presidente está solo.

Sus quince medidas contra la corrupción podía haberlas previsto antes. Sirven para salir del paso y ganar tiempo, según la interpretación general. Pedro Sánchez sabe que está en tiempo de descuento, en los minutos basura. Pero anima a sus seguidores y enfurece a sus adversarios pregonando, como un boxeador sonado, que no tira la toalla. Este hombre necesita un descanso en un lugar apartado y apacible, sabiendo que a la tercera va la vencida y que este será seguramente su último verano.