Opinión
Vía Crucis por Gabriel
Esta noche a las nueve los vecinos del Campo de Níjar se echan a la calle a rezar por Gabriel Cruz. Me dice el párroco Antonio, que ha convocado el Vía Crucis, que el sentimiento por el crío está desbordado. La manifestación de ayer en Almería fue multitudinaria. En el pueblito de Hortichuelas repiten que tres vecinos vieron el día de autos una furgoneta blanca, merodeando a distintas horas. En casa de la abuela Carmen habían comido macarrones a mediodía y Gabriel tenía prisa por irse a jugar con los amigos. Apenas pudieron retenerlo un rato. Carmen dejó en la calle los desperdicios de la comida, para los perros, y volvió a meterse en casa. Ana, la novia dominicana del padre, hablaba en el porche por teléfono. Salió después en su coche gris. Desde entonces no se sabe nada. Se transparentan al menos dos hipótesis: la de que fuese Diego, el corredor de Antas, obsesionado con la mamá de Gabriel, quien lo secuestrase, y la de que alguien del círculo familiar más íntimo tuviese alguna razón para hacerlo. Así que se soban una y otra vez los recuerdos, como la casualidad de que Ana encontrase la camiseta del niño en Las Negras; o la de que ese mismo día la mujer perdiese el móvil. Los vecinos lo encontraron y se lo devolvieron. Al parecer, Ana lo ha vuelto a perder. Ya no se sabe de qué hablar. El tiempo se desliza angustiosamente en la clepsidra.
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