Editorial

Alternativa para la regeneración del país

La implosión final de un sistema con la naturaleza del sanchismo parece imposible que sea inocua e indolora. El PP debe estar preparado para todo. También para liderar un proyecto de regeneración nacional indispensable y prolongado

Alberto Núñez Feijóo tiene ante sí un desafío colosal, pero, al mismo tiempo, de una imperiosa necesidad y urgencia. La España del sanchismo ha degenerado en una crisis sistémica de emergencia nacional. Echar la vista atrás supone rubricar que la democracia transita por un periodo excepcional desconocido en nuestra nación y con pocos precedentes en la Europa de este siglo, si es que hubiera alguno. Nunca antes la principal amenaza, el peligro primero para la convivencia, la prosperidad y, sobre todo, las libertades y los derechos constitucionales habían anidado en el Gobierno mediante la involución sostenida de la legitimidad y la integridad del poder delegado por el pueblo. El estado de derecho malvive a un régimen populista y autocrático que está determinado a conservar el mando a cualquier precio. Es el proyecto de la mentira como denominador común, la polarización, la guerra sucia contra el adversario y la colonización de las instituciones incompatible con los patrones de la democracia liberal. En esta coyuntura endemoniada, con un gobernante especialista en la doblez, el frentismo y los muros, el presidente del PP tiene ante sí la misión vital para el Estado de poner punto final a las tinieblas y recuperar el orden constitucional que propició el periodo mayor de bienestar y prosperidad de esta vieja nación. En una entrevista con LA RAZÓN, Núñez Feijóo ha descrito a la perfección el terreno que pisa y aquello que está en juego. «Estamos ante el presidente de Gobierno más cercado por la corrupción de la historia democrática y el supuesto problema es que hay una campaña de acoso judicial. En el fondo todo responde a una operación de populismo de manual, de descrédito de los jueces para conseguir la impunidad». El sanchismo no se detendrá, no habrá un último gesto de lealtad o dignidad, y ese miedo a la pérdida del poder y al horizonte penal anticipa un escenario temible para el que la oposición tiene que prepararse. No habrá moción de censura, «me faltan cuatro votos, precisa Feijóo», y espera que el engaño crónico pase factura entre algunos de los aliados, como Junts y PNV. «No se puede mentir a todos al mismo tiempo, llega un momento en el que te acaba engullendo». Explorar el entendimiento es una decisión lógica, por más que seamos escépticos sobre que quienes más se benefician de la hipoteca parlamentaria de Moncloa favorezcan su caída. En palabras de Núñez Feijóo, «el PP ofrece más democracia, más honestidad y más prosperidad y que la crónica política deje de ser la de tribunales». Lo necesitamos, pero debe comprender que el presidente no es que juegue con las cartas marcadas, se inventa cartas nuevas a diario en un trampantojo sin reglas ni moral. El consenso demoscópico ha reafirmado la hegemonía de los populares. La implosión final de un sistema con la naturaleza del sanchismo parece imposible que sea inocua e indolora. El PP debe estar preparado para todo. También para liderar un proyecto de regeneración nacional indispensable y prolongado.