Opinión

Gran política

Los Presupuestos Generales del Estado son la ley más importante de cada año, pero también es la que menos pasiones levanta en la opinión pública.

La presentación en plena Semana Santa no va a aumentar su glamour, aunque sí lo han hecho, con moderación, claro está, los codazos que por llevarse estos mismos Presupuestos al agua se han propinado Ciudadanos y el Gobierno del Partido Popular.

Hay de qué presumir, efectivamente, porque los Presupuestos de esta año traen buenas noticias para muchos pensionistas y para las rentas más bajas.

También está la equiparación de sueldos para los Cuerpos de Seguridad del Estado, el aumento del gasto en infraestructuras, el complemento salarial para jóvenes, los cheques fiscales para familias o la ampliación de los permisos de paternidad.

Logrado el acuerdo, Albert Rivera, se adelantó al Gobierno para atribuirse el mérito de unos presupuestos que son los más generosos de la historia de nuestro país.

El Gobierno ha tardado pocas horas en reivindicar su obra. Se comprende su irritación.

Para el Ejecutivo, estos presupuestos son la prueba de su éxito en la gestión de la crisis. La austeridad no fue nunca más que el remedio obligado para volver a poner en marcha políticas expansivas y sociales.

Aunque también la reivindicación de Ciudadanos tiene sentido, más allá del tacticismo, al pregonizar políticas no menos expansivas que las del Partido Popular.

Por tanto, aunque la disputa muestra diferencias tácticas, también pone en evidencia un consenso sólido en cuanto al fondo.

En el asunto capital de los presupuestos no hay discrepancias insalvables. Las diferencias entre PP y Cs se sitúan en otros campos: la sensibilidad generacional, por así decirlo, o el marchamo de liberalismo que Albert Rivera quiere apropiarse incluso cuando impulsa políticas tan socialdemócratas como lo son las de su socio y rival, el aparentemente más conservador Partido Popular.

Es una gran noticia que después de la crisis salgan consolidados dos partidos con voluntad de llegar a acuerdos.

No lo es menos, aunque no se si tan positiva, que el PSOE haya decidido marginarse y abandonarlo todo, otra vez, en manos de los nacionalistas del PNV.