Opinión

El hombre tranquilo

Plantó una encina al desembarcar en Sevilla, haciendo honor al logo de la Convención Nacional. Lleva dos dedos inmovilizados porque –me dice bromeando– se los ha lesionado boxeando con Puigdemont. Al mal tiempo...buena cara. Es Mariano Rajoy. Un líder que, cuando todos pierden la calma, se conserva templado. Porque así, sin desparramar la adrenalina, se mantiene la cabeza fría para tomar las decisiones correctas. Momentos de crisis los ha tenido de todos los colores desde que llegó a La Moncloa. Pero Rajoy, como aseguran los suyos, «es auténtico e irrepetible». Y comprendió que el caos a su alrededor sólo cabía embridarlo con mesura y aplicando el sentido común. «Se comportó aquellos días como un racionalizador», repite un monclovita que le conoce bien. Este fin de semana le ha tocado afrontar otra vez un importante cónclave en circunstancias adversas: con el mandoble que la Justicia alemana ha atizado a España dejando en libertad a Puigdemont, y con un escándalo que golpea a su presidenta autonómica más carismática. «Ay, Dios», exclamaban muchos, atormentados, por los pasillos. Rajoy no ha perdido la tranquilidad. Al revés: ha vuelto a ser el más sereno de todos. Más que nunca, cuando se apostaba por el fracaso de la Convención del PP, Rajoy, comportándose como debe hacerlo el jefe sin complejos de una organización, insufló no sólo calma sino ánimo a los miles de mandatarios desplazados. Para seguir peleando y para que, ahuyentado el miedo a perder, su proyecto continúe siendo el más votado de España.