Opinión

Los 35 escalones

No se podía imaginar Cristina Cifuentes que en 35 días, desde el pasado 21 de marzo, el titular de un medio digital iba a provocarle tal vía crucis personal que acabaría con una carrera llamada a todo.

No gozó ni de unas pocas horas de tregua: PSOE y Podemos iniciaron su particular persecución política y la amenazaron con una moción de censura. Cs, su socio de investidura, exigió de inmediato una comisión de investigación.

Cifuentes tuvo ya claro en la Convención Nacional del PP en Sevilla, el cónclave que los populares deseaban que fuera su plataforma de despegue rumbo a las elecciones de 2019, que su futuro quedaba en manos de Rajoy. Me consta que fue entonces cuando constató la frialdad y distancia de una parte de sus compañeros, los mismos que unas semanas antes la presentaban como el gran referente regenerador del PP.

Supo que su suerte estaba echada. Cs exigió su dimisión. Ella anunció su disposición a dimitir si Rajoy se lo pedía. Eso sí, deseaba llegar políticamente «viva» al 2 de Mayo. Sin dormir, enferma durante jornadas eternas, atrincherada con sus más fieles en la Puerta de Sol, demacrada y con varios kilos perdidos, resistió como pudo.

Un camino tortuoso y doloroso que terminó ayer con uno de los golpes bajos más groseros en la política española: un antiguo vídeo con un desliz «cleptómano» en un supermercado, grabación que ha sobrevivido a las rigurosas exigencias de destrucción que impone la Ley de Protección de Datos. Raro, raro.