Opinión

Todos miran al PNV

El PSOE ha ido descontando las horas, que a muchos han parecido eternas, hasta llegar hoy Pedro Sánchez al Congreso de los Diputados con su moción de censura bajo el brazo. Una iniciativa legítima, claro, pero con la que, a todas luces, el secretario general socialista ha pretendido únicamente sortear la dificultad política de no tener escaño y proyectarse de una vez por todas como el jefe de la Oposición. «Si no estás en la ''pomada'', eres irrelevante. Así es la política», repetía un dirigente del PSOE.

A fin de cuentas, el propio Sánchez dio por descontado en su intervención final ante el Comité Federal, a puerta cerrada, el más que pausible fracaso de su iniciativa. «Es complicado por la aritmética conservadora del Congreso, pero siempre habrá merecido la pena», sostuvo el líder de los socialistas. La moción de censura estaba pensada solo para la moral del partido. Para eso debían servir, a lo sumo, las dentelladas del «candidato» contra Mariano Rajoy desde la tribuna de oradores: para intentar afianzar su liderazgo, cuestionado encuesta tras encuesta. Ahora bien, las carambolas existen. La matemática parlamentaria tiene esta suerte de contratiempos.

El PSOE, en el tiempo de descuento, ha sido ciclotímico. La bancada ha pasado del desencanto al entusiasmo y viceversa en cuestión de minutos. Todo es posible, ha subrayado una cúpula con todo en juego a la carta del PNV imbuido en el silencio sepulcral. El «no news» de Aitor Esteban a la entrada del Hemiciclo desataba el nerviosismo del PP, toda vez que los contactos con Sabin Etxea son cosa del propio Rajoy. Los cálculos, algunos en términos futbolísticos, pronosticaban que «el balón de Sánchez rozará el larguero, pero no entrará». Hasta la siguiente ocasión. Al espectáculo ha contribuido Pablo Iglesias al anunciar su particular moción de censura para ir a las urnas. El propio presidente de Ciudadanos, Albert Rivera. ha alentado una fórmula similar, dejando a Rajoy la salida de ser él mismo quien diese el paso al lado. Una suerte de «voladura controlada» de la Legislatura que José Manuel Villegas llegó a proponer a Fernando Martínez-Maillo en una de sus reuniones. «El clima ya se ha vuelto irrespirable y sólo promete ir a peor», confesaba un alto cargo del PP. La ansiedad de unos y de otros de cualquier forma no parece suscitada por el interés general, sino solamente por ganar foco en el tablero político. ¿Y España? ¿Quién piensa en España?