Opinión

El golpe se gestó en meses

Hace cinco días publiqué en estas mismas páginas un artículo titulado «No pasa nada». Argumentaba mis palabras en que el PNV había anunciado que se abstendría en la moción de censura, y así era imposible queésta prosperara. Sin embargo, todo era falso. La traición del partido vasco estaba preparada desde hacía meses. Se trataba únicamente de encontrar el momento oportuno. El PSOE ya se había comprometido a garantizar los Presupuestos, y el PDeCAT a apoyar igualmente la moción aunque cediendo en la formación de su Govern para poder levantar el 155 después de meses. El Euzkadi Buru Batzar no iba a decidir nada. Ya no era necesario.

El miércoles 23 el pleno del Congreso aprobaba los Presupuestos Generales del Estado para 2018. El apoyo del PP, Ciudadanos, PNV, Unión del Pueblo Navarro, Foro Asturias, Coalición Canaria y Nueva Canarias sumaron los 176 escaños, que conformaron la mayoría absoluta. A partir de ese día, deberían ser ratificados por el Senado y, tras ser aprobados, deberían volver al Congreso donde recibirían el visto bueno definitivo la última semana de junio. Dato importante el del Senado por lo que luego hemos visto.

El jueves 24 de mayo se hacía pública la sentencia del «caso Gürtel». La tormenta perfecta se avecinaba. La Audiencia Nacional condenaba a Francisco Correa, cabecilla de la trama a 51 años y 11 meses de prisión; a Luis Bárcenas, ex tesorero del PP, a 33 años y 4 meses además de 44 millones de euros de multa; y al PP –y esto es lo sustancial- a una multa de 245.000 euros como partícipe a título lucrativo por su implicación en los primeros años de actividades de la trama. Se ha repetido estos días hasta la saciedad que el PP se convertía así en el primer partido de la democracia condenado por corrupción y financiación ilegal. Nada más lejos de la verdad: el primero fue Unió Democrática de Catalunya por el caso Pallerols –condenado a pagar casi 400.000 euros– y también Convergencia Democrática de Cataluña, hoy PDeCAT, por el «caso Palau». Pero ésa es también otra historia.

Al día siguiente, viernes 25, poco después de la doce del mediodía, el secretario general del PSOE anunciaba la presentación de una moción de censura contra Mariano Rajoy «para garantizar la gobernabilidad». Lo de que iban a discutir en el Comité Federal si la presentaban fue otro espejismo: antes de reunirse ya la habían registrado.

Ese mismo día, tras el Consejo de Ministros, Mariano Rajoy compareció ante los medios para arremeter contra Pedro Sánchez de una forma tan virulenta que a muchos nos hizo pensar que los Presupuestos Generales del Estado aprobados por mayoría absoluta no iban a garantizar la supervivencia de Rajoy. Sin embargo, muy pronto los dirigentes del PNV vinieron a poner tranquilidad anunciando que se abstendrían en la moción. Nada más falso como hemos visto después.

El fin de semana, sábado 26 y domingo 27 se sucedieron sin apenas cambios que anunciaran que se aproximaba el final de Rajoy o, lo que es lo mismo, que triunfaría la moción de censura. Nada hacía presagiar lo que ocurriría días después. Pero los contactos y acontecimientos se precipitaron a partir del lunes 28. Ese mismo día se reunía José Luis Ábalos, que hoy ha defendido la moción en el estrado del Congreso antes que Pedro Sánchez, con los portavoces de los grupos parlamentarios del PNV y PDeCAT en el Congreso de los Diputados. Nada se supo de aquella reunión, como suele ocurrir habitualmente, pero en ella ya se dio a conocer el nuevo movimiento. Sería al día siguiente.

El martes 29, el president de la Generalitat, Joaquín Torra anunciaba -¡cinco meses después de las elecciones!- un nuevo Govern en el que sustituía a cuatro de sus consellers, lo que están encarcelados o fugados de la Justicia fuera de España, por otros aún sin mancha judicial. La sorprendente decisión, a pocas horas de iniciarse la moción de censura, no solo ponía fin al control de La Moncloa sobre la Generalitat, sino que hacía suponer el voto favorable del PDeCAT a Sánchez, como así ha sido (aunque ayer intentaran mantener la incertidumbre en el Congreso). Apenas unos días antes, el secretario general del PSOE había llamado «racista» al Presidente de la Generalitat. Ahora se han convertido en el sostén de su llegada a La Moncloa.

El pacto cuajó el miércoles 30 con la sorprendente entrevista en Madrid entre la coordinadora general del PDeCAT Marta Pascal y Ábalos. Por supuesto, nada trascendió, pero era un hecho el cambio de actitud del PSOE hacia el nuevo Govern y la Generalitat. ¿Lo anterior había sido teatro?

El resto ya es sabido. Solo dos cosas más. Primera: sorprende la ignorancia de Rajoy sobre la moción de Sánchez. Sí: sabíamos que presentaría una en cuanto pudiera, pero la sorpresa no está tanto en él como en los aliados que le han acompañado.

Y dos: Evidentemente esta ha sido una moción de censura, no tanto contra Rajoy, al que PSOE y nacionalistas consideran amortizado, como contra Albert Rivera. Nada más presentarla, Sánchez quiso hacerles un guiño asegurando que su intención era «convocar elecciones», aunque no inmediatamente, como quería Ciudadanos. Pero tampoco dio la batalla por sumarlos. El pacto entre el PSOE y los nacionalistas ya estaba bien amarrado. Quedan dos años tremendos por delante.