Opinión

La hora crítica

Cada cierto tiempo sacude a España un viento de locura. Éste es uno de esos momentos. Una vez más, entramos en una hora crítica. Nos adentramos en un terreno desconocido poblado de asechanzas. Después de asistir al debate parlamentario menos convincente, más arriscado y más triste de toda la etapa democrática, España, recordando a Ortega, es «un dolor enorme, profundo, difuso, España no existe como nación». Una vez más, está en venta, o a punto de caer en manos de los que quieren destruirla. No hace falta remontarse mucho en la Historia para comprobar que ya hemos pasado por situaciones parecidas, con parecidas combinaciones políticas y con trágicas consecuencias. Sigo glosando a Ortega: «La realidad desconocida prepara su venganza». Debería aplicarse el cuento Pedro Sánchez y debería tenerlo en cuenta un PSOE apagado, desfalleciente y sin rumbo. Si se consuma el despropósito, se meterán en una realidad desconocida, que a buen seguro les pasará factura en las urnas, con una histórica venganza del pueblo a los socialistas.

En esta hora crítica, hace falta grandeza y generosidad. Se trata de evitar el precipicio aunque sea en el último momento. El presidente Rajoy no puede caer así, aunque en parte se lo ha buscado por su empeño en dejar hacer y en vivir al día, sin darse cuenta de que, otra vez Ortega, «vivir al día es casi inevitablemente morir al atardecer, como las moscas efímeras». Ha sido un buen presidente del Gobierno en momentos difíciles, ha prestado grandes servicios a la nación, es un brillante parlamentario –como ha demostrado con creces en este decisivo debate–, pero ha mirado demasiado tiempo para otro lado en la crisis catalana, aunque la ha afrontado al final con decisión y prudencia, y no ha valorado suficientemente las noticias de corrupción que afectaban de lleno a su partido. Y ahora se encuentra entre la espada y la pared. Es el momento de demostrar al país que su apelación a la responsabilidad, característica de su mandato presidencial, y a la normalidad democrática, va en serio. Está en el filo de la Historia. Antes de sucumbir en una moción de censura torpe y atropellada que llevaría, como él ha dicho, a la ingobernabilidad y al desastre a España, tendría que apartarse generosamente a un lado y facilitar que el pueblo decida en las urnas. Mariano Rajoy no tiene por qué morir al atardecer de este viernes de mayo como las moscas efímeras. No se merece eso y no se lo merece España.