Opinión
Expectación a raudales
El PP cruza los dedos para afrontar unas semanas de infarto. Mientras la militancia está deseosa de participar por primera vez de forma directa en la elección de su líder nacional, el estado de ansiedad de los dirigentes va en aumento. Nunca imaginaron que llegarían a un escenario así. La clase dirigente del centro-derecha se siente como si acabase de pasarle por encima un tsunami. Tuvo la tentación de escamotear toda pugna en las primarias con una candidatura de unidad. Sin embargo, tal perspectiva ya está descartada y en buena medida será gracias al propio Mariano Rajoy quien, con su impecable retirada, ha promovido un proceso creíble, abierto y competitivo.
Lo cual, en unas siglas tan presidencialistas, tan amoldadas al «toque de corneta» –en palabras de un veterano notable–, ha desencadenado un periodo de incertidumbre. O, mejor dicho, el salto a un terreno desconocido. El PP sigue siendo el principal partido de España y se halla ante la tesitura de seguir llevando la batuta política en nuestro país, además de recuperar y ampliar sus bases electorales. Y hacerlo, además, con un método de participación interna que resulte regenerador. La carrera por la presidencia de la formación será finalmente entre varios candidatos, empezando por quienes a priori van a contar con más respaldos, como Alberto Núñez Feijóo y Soraya Sáenz de Santamaría, además de María Dolores de Cospedal, si es que ésta, aún dubitativa, termina dando el paso. Que la pugna por el liderazgo no se convierta en la tan temida pelea de golpes bajos dependerá exclusivamente del puñado de nombres que luchen por el liderazgo.
El Partido Popular tiene ante sí una oportunidad excelente para afrontar con éxito no sólo el relevo de Rajoy, sino un necesario compromiso ideológico atractivo para amplias capas de la población, como paso imprescindible para regresar al poder.
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