Opinión
Otro Valle de los Caídos
Si Franco no deseó estar enterrado donde está, no veo el problema de trasladarlo con respeto. En realidad, la patata caliente es el Valle de los Caídos en sí. Ese lugar que cada uno apetece para hacer su relato de la Historia.
Hace mucho tiempo que acaricio la loca idea de que el monumento debería albergar un museo en honor de aquellos españoles que arriesgaron su seguridad por ayudar a hombres y mujeres con ideas distintas. Eso es lo que escasea entre nosotros. Somos valientes y excesivos, los españoles, pero no conciliadores. Si se hace cualquier otra cosa, siempre se herirá de un modo u otro al que piensa distinto. Hablan de un centro para la reconciliación, pero ni siquiera estamos de acuerdo en qué sea eso. Hay gente que pasa de las cosas de hace cuarenta años. Otros admiran la etapa franquista. Los hay que quieren borrarla de la faz de la tierra. E incluso hay quien piensa (tanto tiempo después) que ha de ganar hoy la guerra perdida.
Mi tío abuelo era comunista y encargado de propaganda en Madrid. Siguió al Gobierno de la república en su exilio de Valencia y se quedó finalmente en tierra cuando los gerifaltes del PC consiguieron salir hacia Rusia. Siempre lo relató con dolor y rabia. Porque hubo compañeros que se suicidaron viendo salir los barcos, de pura impotencia. Después lo condenaron varias veces a muerte, pero mi familia conocía a un comisario del bando nacional y lo convenció para que ayudase. Mi tío se salvó de la pena capital. Aquel comisario siguió visitando a mi familia muchos años después. Eso es lo que merece la pena salvar de aquella vergüenza que fue la guerra civil. El nombre de las personas que fueron antes españolas que fratricidas. Los que siguieron siendo hermanos en mitad del cainismo más depurado.
Me consta que hay muchos casos. Dante Pérez Berenguer –al que no tengo el gusto de conocer– ha publicado en Twitter: «Mi abuelo fue combatiente republicano y posteriormente exiliado en Francia. Cuando regresó, y sin renunciar a sus ideales, fue nombrado alcalde de mi pueblo por un gobernador franquista». El abuelo de Dante y el gobernador merecen un capítulo en el Valle de los Caídos. Averigüemos estas cosas hermosas. ¿Qué socialistas, por ejemplo, echaron una mano en la salvación de sacerdotes y monjas? ¿Qué falangistas hicieron algo por anarquistas o comunistas? No hay forma ni manera de hacer un relato de la república, la guerra o la posguerra que satisfaga a todos. Si es difícil en todas partes, mucho más lo es en este país de extremos. Busquemos puntos en común por favor. Que el de enfrente, el fascista, el rojo, también era un pobre hombre.
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