Opinión
El barco
A quien Salvini mata, a Salvini muere. El Mediterráneo es una península de náufragos rodeada por agua por todas partes, menos por su enganche al continente que es Valencia. Después del «Aquarius» se ha hecho célebre el «Lifeline», otra exhibición del fracaso de la UE incluida España que no podrá alardear de buenismo cada quince minutos. O sí. Podríamos ser una ong dividida en 17 circunscripciones en la que la candidata a independizarse sería Andalucía, tanta fiesta como muertos la besan.
¿Vamos a repetir la impudicia del pasado fin de semana, ese sálvame deluxe con más periodistas que huidos mientras en Tarifa el levante devoraba cadáveres anónimos? La urgencia da paso a la importancia. Italia es un sindiós, España una viva la Virgen y el resto de Europa un cónclave de descreídos desde que olvidó que también se puede rezar aunque no se crea. De alguna manera Sánchez dio la razón a los italianos, esos que ahora le tachan de charlatán. Los gestos duran una milésima de segundo si se compara con la inmensidad del océano. Si el «Lifeline» viene a España estaríamos en las mismas, y si no, también. La cumbre de este domingo volverá a transparentar que Bruselas es un club de burócratas que aún no sabe que lleva el salvavidas al cuello. Un gigante que no encuentra tallas grandes.
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