
Opinión
Primarias agotadoras
María Dolores de Cospedal se carga de razón recordando que el PP conoce las consecuencias de la desunión y, por ello, no puede salir roto de las primarias. Y, visto lo visto, quizá sea igualmente necesario expresar que para este viaje no hacían falta tantas alforjas. Porque, una vez conocida la cifra de inscritos que pueden votar el jueves (66.400), es complicado defender que este proceso esté despertando ilusión entre las bases.
Cada día que pasa, los afiliados se muestran más cansados. «¡Que acabe ya, por favor!», suplicaba una militante que en los últimos diez días ha ido cuatro veces a su sede a escuchar a «subalternos» de los precandidatos... y una más a inscribirse.
No es desunión lo que hoy necesita el PP. Por supuesto. No sobra nadie. Al revés: faltan manos para frenar la caída, faltan mandatarios creíbles que puedan convencer a los españoles de que los populares no son unos políticos generalmente corruptos e insensibles. Faltan voces dentro de ese partido con ideas para volver a reunir a todo el centro derecha español.
A la vista de esta «descriptible» ilusión; contemplando las heridas que crea entre los dirigentes la carrera sucesoria; sabiendo que las crisis de los partidos sólo las abren y las cierran los ciudadanos en las elecciones; con la conciencia de haber perdido casi cuatro millones de votantes desde 2011; y sin saber, hasta las próximas municipales y autonómicas, si la sangría se ha detenido o no... tal vez habría que concluir que el líder popular que hizo un diagnóstico más preciso de la situación de conjunto fue Alberto Núñez Feijóo, una vez comprobó que Soraya Sáenz de Santamaría pensaba presentarse a cualquier coste y que la batalla entre mandatarios del PP era imparable.
Es verdad que, en España, triunfan en el ambiente las primarias vigorizantes. Yo mismo las considero un buen instrumento legitimador. Pero, seamos honestos: la mayoría de los dirigentes del PP las rechazaron tanto, considerándolas un proceso extraño a su cultura partidista y que sólo traerían cisma, que las convirtieron en un asunto ajeno para los afiliados.
Muy probablemente un proceso sensato de selección, culminado en un Congreso Nacional con un candidato elegido por aclamación y con una dirección joven de fuerte imagen regeneradora, hubiera inyectado mayor energía que el cansino peregrinar en el que se ha enfrascado el Partido Popular. Pero, ya se sabe, de nada vale llorar por la leche derramada.
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