Opinión

De una isla a otra

Abandonamos la visión de Scorpios con el recuerdo de Ari y su trágica historia, esa isla que él convirtió en un paraíso, que le hizo sentir tocar el cielo con los dedos, y nos dirigimos a Kefalonia, un ejemplo de constantes contrastes en sus vistas, en sus parajes con verdes montañas y cuevas naturales en el mar, llenas de misterio y de frescor que en los días de bochorno resultan un lugar perfecto para hacer un alto y tomar una cervecita con aceitunas griegas y el inevitable tzatziki. Según nos cuentan, existen más de 1.350 especies de plantas pero predominan los esbeltos cipreses que sobresalen en esos tupidos bosques que se contemplan desde el mar y que proporcionan un color único a sus aguas. En las zonas más escarpadas las cabras salvajes triscan proporcionando un toque simpático y más salvaje todavía si cabe. Grandes contrastes entre islas hermanas, porque si algo nos ha llamado la atención en Paros, isla que ya hemos dejado atrás, es ese constante secarral por todos lados. Sin embargo, no hay comparación entre las poblaciones ya que, hasta ahora, no hemos visto una villa tan bonita y bien cuidada como la de Naussa, con sus casitas bajas blancas y azules y las encantadoras tiendecitas de un gusto exquisito, sin olvidar los restaurantes de pescado donde, lamentablemente, no saben tratar el producto; lo requeman dejándolo seco como un estropajo. Pero se les advierte antes de que lo echen a la brasa, en un medio ingles, medio italiano, medio español que no estoy segura que lleguen a entender, y a base de mojarlo con aceite se puede comer. Otra cosa es el pulpo, de muy buena calidad, que lo sacan completamente negro... Una pena, no se puede tener todo. Naussa es una ciudad construida en el periodo bizantino y con carácter glamuroso y cosmopolita. Merece mención el restaurante Syparos, en la playa de Santa María, donde tratan sensiblemente mejor el producto local y donde el público es bastante más estético que en otros sitios.

El siguiente puerto, Corfu, tiene un significado especial porque fue donde Sofía y Juan Carlos se conocieron. Y una, que es romántica, espera la llegada y el atraque con ilusión. La sorpresa es grande cuando ante los ojos de todos se desvela una maravillosa ciudad con un profundo carácter y estilo veneciano, con magníficas edificaciones antiguas y espectaculares playas, no siempre bien accesibles. El día está caluroso y húmedo y el paseo por la fortaleza resulta agotador. Es el momento de tomar un refrescante vodka tonic en una terraza al atardecer, donde la tónica no tiene burbuja, pero para mis adentros pienso «por donde pasa moja, y como refrescar, refresca». Luego nos adentramos en sus estrechas calles llenas de turistas y tiendecitas, y también con iglesias ortodoxas aquí y allá. Así llegamos hasta una placita con una enorme pila bautismal en el centro y allí mismo el restaurante Venecian Well, recomendado por alguien que conoce bien cada punto gastronómico del país y que siempre recomienda las mejores referencias en vino y comida, nada barato ni lo uno ni lo otro. Pero está claro que no se viaja para ahorrar, sino para conocer lugares y diferentes modos de enfocar la vida, para comprender que el mundo es inmenso y que nadie es mejor que el de al lado, que todas las fórmulas son correctas y que países como Grecia tienen un atraso importante por culpa de quienes la gobiernan. Habría que tomar nota y aplicarse el infalible «cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar».