Opinión

Esos medios...

La batalla entre Donald Trump y los medios de comunicación alcanzó una cima cuando hace unas semanas se publicó una declaración conjunta contra el actual presidente. Semejante iniciativa puede parecer normal en una España donde no hace tanto contemplamos a los medios catalanes en bloque suscribiendo un texto que agradaba a los nacionalistas y repugnaba a cualquier persona que respete la constitución y la libertad de prensa. En Estados Unidos, sin embargo, resulta inaudita. El tema no es fácil porque los intereses entrecruzados son numerosos. Por ejemplo, la victoria de Trump se produjo con la inmensa mayoría de los medios encabritados en su contra. Después hemos asistido a las revelaciones –grabadas con cámara oculta– de uno de los capos de una de las televisiones más importantes del globo en el sentido de que la trama rusa era falsa, pero que se seguía difundiendo porque proporcionaba audiencia y, por añadidura, perjudicaba a Trump. Permítanme darles un dato publicado hace apenas unos días.

Durante el período que va de 3 de julio de 2017 a la misma fecha de 2018, la MSNBC se refirió nada menos que cuatrocientas cincuenta y cinco veces a Stormy Daniels, la bailarina de streaptease que, supuestamente, mantuvo relaciones íntimas con el presidente Trump, mientras que no mencionó ni una sola vez - ¡¡ni una!! – la guerra del Yemen donde Arabia Saudí, con el respaldo directo de Estados Unidos, está perpetrando horribles acciones cuyas víctimas son, mayoritariamente, civiles. La MSNBC no es Radio Manolita ni la televisión de la señorita Pepys. De hecho, surge de la fusión de dos emporios como Microsoft y la NBC. No es ninguna fruslería. Naturalmente, también es posible que algunos directores de medios consideren que una de las aventuras eróticas de Trump es más relevante que una guerra despiadada librada en Oriente Próximo, pero reconozcamos que no es afirmación fácil de aceptar. De modo que sí, aceptemos que Trump tiene unas formas nada versallescas a la hora de tratar a la prensa. Pensemos incluso que, ocasionalmente, incurre en injusticias singulares. Admitamos además que se pueden mantener relaciones con los medios mejores que las que padece el presidente de los Estados Unidos. Con todo, basta supervisar las televisiones más importantes de la nación para percatarse de que la imparcialidad no destaca como la virtud principal.