Opinión
Un Gobierno incapaz de gobernar
La gran incógnita del nuevo curso político consiste en ver cuánto tiempo Pedro Sánchez resistirá en La Moncloa. Parece claro que el Gobierno va a hacer todo lo que esté en su mano para alargar el plazo todo lo posible. La paradoja consiste en que cuanto más dure, más sensación de debilidad va a dar. La gran novedad es que por primera vez en democracia tenemos un Gobierno sin mayoría parlamentaria que lo sustente. Cualquier medida requiere el apoyo de fuerzas políticas que respaldaron a Sánchez por una única razón: echar a Rajoy de la Presidencia. La supervivencia del Gobierno no depende por tanto del cumplimiento de un programa, sino de aquello que los que lo apoyaron en la moción de censura puedan ir consiguiendo.
El Gobierno habla de nuevo talante, de negociación y de diálogo. Cuanto más lo hace, más débil lo perciben quienes lo apoyaron. Y como aquellos que no lo apoyaron no tienen ninguna razón para echarle una mano, al Gobierno sólo le queda el recurso de ir cediendo para dar una apariencia de consistencia a su estancia en el poder.
Como Sánchez decidió abrir desde el primer momento todos los frentes, ahora se encuentra ante el principio del vencimiento de los plazos. Hasta ahora ha habido grandes anuncios revertidos poco después para salvar la cara del Gobierno. Los restos de Franco y la reforma variable del Valle de los Caídos, los brazos abiertos a los inmigrantes que se convierten en devoluciones en la frontera, una financiación autonómica aplazada sine die, un presupuesto en el aire, una contrarreforma laboral abordada con exquisita prudencia... Y sobre todo, la cuestión catalana, que es donde el Gobierno se juega el futuro.
Es aquí, justamente, donde la debilidad del Gobierno es más clamorosa, porque al haber llegado al poder con los votos de los secesionistas, estos saben que Sánchez depende de ellos. Por mucho que el «procés» esté en vía muerta, la sola presencia del PSOE en el Gobierno contribuye a consolidar y enquistar el secesionismo, que va a aprovechar cada ocasión para desafiar a Sánchez. Del otro lado, queda la ideología y la provocación, con la esperanza de que el PP y Ciudadanos se inclinen a la derecha o, mejor todavía, que surja alguna organización de derecha extrema. El PSOE se ha convertido en una máquina de crispación.
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