Opinión

Inquietante «piloto» rojo

El «chivato» de nuestra economía lleva unos días emitiendo un «bip» «bip» discreto, –sin considerarse aún una significativa señal de alarma– pero que ya no es ni mucho menos imperceptible. Sencillamente avisa con su pestañeo de que algunas cosas tal vez puedan estar desviándose del carril adecuado. Tan solo han transcurrido tres meses desde el cambio de gobierno y aunque el factor inercia mantiene la velocidad de crucero, algún dato comienza a inquietarnos, como esa caída del consumo por primera vez desde el inicio de la recuperación en 2014 o un repunte de la inflación que, más allá del famoso pollo y el recibo de la luz está situando incluso a la fruta de toda la vida casi como artículo de lujo, por no hablar del dato de esos once mil millones que han volado fuera del país en los últimos tres meses, ya saben, lo del intuitivo miedo de los dineros.

Nunca sabremos si fue antes el huevo o la gallina, pero la secuencia que nos muestra la alternancia de poder en España durante las últimas décadas revela una más que indicativa pescadilla que se muerde la cola. Son unos los que llegan al gobierno gracias a un calcinamiento de sus adversarios políticos y antecesores que tiene que ver con muchos errores, pero desde luego no con el de haber manejado deficientemente la economía. Se encuentran las arcas llenas –porque ya se encargaron claro está, los salientes de haberlas recuperado– y por lo tanto es llegado el momento de gastar, de repartir a diestro y siniestro y de apuntalar votos, al fin y al cabo «papá estado» con todo puede y todo lo soporta. Ocurre en un punto posterior de la secuencia que se presenta la hora de pagar las fiestas, pero las arcas ya están otra vez vacías llegando el llanto y crujir de dientes, el vértigo de no saber si se van a poder abonar las facturas o sencillamente si pensiones, sanidad, educación y servicios públicos están garantizados.

Es ahí cuando, con el país al borde de la ruina, regresan al gobierno nuevamente los anteriores en ese juego de alternancia y ¿qué hacen según llegan? Pues evidentemente afrontar una batería de medidas que son de todo menos populares para aliviar la sangría, garantizar los pagos y reflotar la nave de la economía situándola incluso en la senda de la recuperación con sacrificios no bien explicados que les acabarán penalizando y devolviendo a la oposición. A Felipe González nunca se le agradecerá lo bastante el haber modernizado el país a costa, entre otras cosas, de la necesaria aunque traumática reconversión industrial, pero el legado económico cedido a la etapa de Aznar no pudo ser más raquítico. Rodríguez Zapatero se encontró los mejores números imaginables del gobierno del PP, pero apareció la crisis, no quiso verla y dejó el país al borde del rescate. Llegó Rajoy y lo arregló –eso sí, siempre criticado por «no hacer política»– y ese aval no le sirvió para evitar su desalojo de la Moncloa. Hoy, en este punto de la secuencia ya han regresado al gobierno los encargados de «repartir», esta vez además de la mano de socios «podemitas» y claro... la luz roja comienza inquietantemente a parpadear.