Opinión
La trinchera
«¿Ya ni siquiera se puede comer con nadie?» La pregunta, retórica, fue lanzada en privado por el mismo Pedro Sánchez, que se ha propuesto mantener a toda costa a Dolores Delgado al frente de Justicia. Su decisión es resistir y amparar a la ministra, y también a Pedro Duque, para proteger al Gobierno. La estrategia pasa por denunciar una cacería, un intento de chantaje desde las cloacas del Estado. Ése ha sido el argumentario desplegado en La Moncloa, claramente dirigido a desviar el foco del propio presidente y del consiguiente debate sobre el adelanto electoral, movilizando a los suyos en defensa de los ministros, sin por ello dejar de mirar de reojo a Podemos, que ha ido sintiéndose cada vez más incómodo en el traje de garante de la gobernabilidad ante la tormenta.
Pablo Iglesias, en un intercambio de mensajes, ha intentado convencer a Sánchez de que deje caer a Delgado. «Un Gobierno con dimisiones es un Gobierno fuerte», ha llegado a sentenciar el líder morado. El presidente, sin embargo, está lejos de verlo desde esa perspectiva y, según han sostenido algunos de sus colaboradores, «no está preocupado». Más todavía: «En ningún caso teme perder para la causa» al secretario general de Podemos. Sabe bien que tragará ese y cualquier otro sapo, precisamente por el temor a una convocatoria electoral que lo pillaría en caída libre. De espaldas a la realidad de las amenazas de Iglesias, atribuidas por fuentes oficiales a la necesidad de «calmar a las bases», Sánchez va a continuar estirando del hilo de la conspiración. Su entorno, me aseguran, le ha convencido de que puede sacar partido a estos escándalos si logra inocular en la opinión pública la idea de que es una víctima. A eso juega ya.
«Mal asidero», dicen desde Ferraz. «Si el propio presidente del Gobierno se mete en las trincheras, como si fueran su fortaleza ante los embates de las “fuerzas oscuras”, eso es porque ya ha interiorizado el hundimiento como irreversible». Sería el principio del fin en menos de cuatro meses para un Consejo de Ministros plagado de sinsabores, errores, deslices y desencantos frente a la opinión pública. Así están las cosas. De hecho, algunos ministros, además de numerosos altos cargos del PSOE, cruzan los dedos y cierran los ojos a la espera del nuevo golpe. «¿Qué vendrá mañana?», decía temeroso en privado uno de ellos. Huele a Gobierno KO.
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