Opinión

Ese enemigo descomunal

No quiero ni pensar lo mal que lo debe de estar pasando la jueza que consideró «endebles» las pruebas que aportó la madre de las niñas asesinadas en Castellón. Esa misma mujer que, seguramente hecha un lío, relató los hechos con ciertas incoherencias y con tan poca credibilidad como para que la magistrada no creyera que expresiones como «ya te puedes ir despidiendo de las niñas» o «me voy a cargar lo que más quieres», supusieran intimidación por parte de él. No quiero analizarlo todo, porque duele sobremanera y estimo que a la jueza también le dolerá. Y además: no tiene la culpa. Ella lo consideró de esa manera y actuó en consecuencia; pero estoy segura de que jamás se irá de su recuerdo esa mujer, esas palabras que no consideró amenazas y el terrible apuñalamiento de esas dos niñas...

Algo está fallando en nuestra firme voluntad de luchar contra la violencia machista, que no nos permite hacerle frente. Da igual que todos a una queramos ganarle la batalla, lo cierto es que sigue cobrándose víctimas, que mueren sin que parezca que pueda evitarse. Y sí, en su mayoría son mujeres. O niños. Todos tan indefensos, tan sin vías de escape como si no hubiera nadie en esta sociedad que pudiera evitarles el sufrimiento y la muerte. Las cifras –que no quiero recordar porque avergüenzan– sobrecogen. Pero más aún pensar que no encontramos el camino y que, mientras no lo hagamos, deberemos seguir contando tantas y tantas más. Hay pocas situaciones que me hagan sentir mayor impotencia que las que se derivan de la violencia machista, ese enemigo descomunal contra el que no sabemos cómo luchar.