Opinión
Sánchez, en su mundo paralelo
«Conmigo en La Moncloa os irá mejor»: es el recado que Pedro Sánchez hace llegar de modo reiterado a Quim Torra. El presidente del Gobierno observa los acontecimientos en Cataluña y siempre encuentra una justificación para autoafirmarse en el convencimiento de que los secesionistas, más allá de la retórica, se cuidarán de cruzar la línea roja de someter a la comunidad autónoma a una nueva declaración de independencia. De ahí que el resto de las provocaciones, incluida la tensión en las calles o el sabotaje institucional, no hagan mella en él para cambiar la estrategia de tender la mano al independentismo. «Vamos a evitar la confrontación», repiten fuentes gubernamentales. Sin más.
De momento, los contactos a diferentes niveles prosiguen. Altos cargos del Gobierno o interlocutores habituales de la Generalitat catalana se muestran optimistas y ven engrasada la relación, a pesar de reconocer las dificultades que tiene la existencia de distintos emisarios al mando. «No hablamos con un único Govern, lo hacemos con al menos dos», sugieren los mandatados de Sánchez que identifican a Elsa Artadi como la voz y oídos de Torra, pero también de Carles Puigdemont, además de Pere Aragonés. El empeño «apaciguador» de Pedro Sánchez es fruto, sobre todo, de su debilidad y de la necesidad de los votos de los independentistas para seguir insuflando oxígeno a una legislatura a todas luces disparatada. Pero su condescendencia –y los últimos guiños con los futuros indultos a los políticos presos– está legitimando un discurso que lleva a la ruptura del Estado y excluye a la mitad de los catalanes.
Por el camino, para colmo, el presidente ha cometido el dislate enorme de deshacer el bloque constitucionalista, sacrificando los derechos y libertades de todos los españoles. Los colaboradores de Sánchez han preferido engañarse y han identificado una suerte de círculo «vicioso-virtuoso» en virtud del cual el presumible fracaso del Gobierno podría suponer mayor coste para los socios de la moción de censura que para ellos mismos. Ocurrencias electoralistas sobre un asunto muy sensible ante el que los españoles piden, sobre todo, que se encare el desafío sin ambages, con un liderazgo que marque las reglas del juego: las que sustentan nuestro democrático Estado de Derecho.
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