Opinión

Todo fenomenal

El ministro de Fomento y secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos opina que el 1 de octubre en Catalunya transcurrió «de un modo asumible». Respecto a las palabras de Quim Torra, comentó «más allá de los discursos están las acciones», pues «los discursos inflamables tienen una importancia relativa». Al ministro le parece asumible los cortes en la vía del AVE y en la AP7, el asalto a la subdelegación del gobierno. Al ministro le parece estupendo que unos señores fugados de la justicia española dediquen sus días a proclamar que en nuestro país hay presos políticos, una democracia seriamente dañada y un poder judicial del nivel ético del que trabajaba al servicio de Mobutu. Al ministro le resulta enternecedor, y por supuesto banal e intrascendente, que el presidente de la comunidad autónoma de Cataluña jalee las prácticas delictivas de la kale borroka versión 1-O, y cuando en otro momento de su histórica comparecencia hizo alusión a las medidas concretas, a las políticas reales que su Ejecutivo está implementando con relación a Cataluña, fue una gran lástima que no se refiriera al asuntillo de la deuda, que pagaremos todos, o el dinerito para dotar a los Mossos de la potencia de fuego que tanto reclama su impecable, intachable comportamiento en defensa del ordenamiento constitucional y las libertades de todos los ciudadanos.

El señor Ábalos no mencionó, y seguro que tampoco le concede importancia, a la bellísima performance ideada por que una Assemblea d’Artistes de la Garrotxa, responsable de colocar por las alcantarillas de Olot unos altavoces que escupen declaraciones de Mariano Rajoy y extractos del histórico discurso del Rey Felipe VI, cuando el 3 de octubre de 2017 vino a rescatar la Constitución y nuestras libertades ante la pasmada catatonia del resto de los poderes del Estado. Al ministro Ábalos, por cierto, le parece que los líos de Pedro Duque con Hacienda se explican porque los códigos de la sociedad no son los mismos, ni el nivel de cumplimiento que tenemos otros. Le faltó poco para justificar las triquiñuelas contables en nombre de la biodiversidad. Ábalos, en fin, estuvo inmenso. Demostró que el PSOE, a pesar del ciclotímico pero imprescindible Borrell, se ha transformado en un espectro. Un barco a la deriva. Pilotado por un cínico. Más cerca de actualizar los desvaríos de un Largo Caballero que de honrar la herencia de Felipe González.