Opinión

«Casa común»

El mundo económico empieza a oler cambio de vajilla en La Moncloa. O, al menos, los empresarios hacen cola para estar posicionados cuando Pablo Casado llegue al poder. La lista de espera para ser recibidos por el presidente del PP, según fuentes solventes, es muy larga. «El que no trata de acercarse ahora a Pablo está fuera de juego», admiten los cercanos al líder popular. España necesita una alternativa real a Pedro Sánchez.

En esa misión anda Casado, conocedor de la falta de simpatía de muchos sectores estratégicos del país con el actual presidente. La estrategia de Pablo Casado es similar a la de José María Aznar en los primeros años 90. Se trataba entonces –y se trata ahora– de no espantar, de lograr que un alto porcentaje de españoles de a pie se incline finalmente por sus siglas. Hoy Casado, como entonces Aznar, aspira a reagrupar «a la España que no es de izquierda» alrededor de su figura. El PP no es sólo el primer partido de la oposición, también es la única opción de gobierno y además, desde su último congreso extraordinario, está en marcha una evidente renovación.

En medio del barullo, Casado sabe que la meta está al alcance de su mano. Al igual que sus antecesores (José María Aznar y Mariano Rajoy), él cuenta con un PP con tradición, estructura y muy disciplinado. Pero, a diferencia de aquellos, tiene una desventaja importante: le ha tocado lidiar la amenaza de menguar por el centro con Cs y por la derecha con Vox. El centro derecha está fraccionado y asoma el peligro de esa desmovilización electoral a la que históricamente le han conducido sus peleas cainitas. De cualquier modo, la suerte final del combate de Pablo Casado va a depender mucho del comportamiento de Albert Rivera –el líder naranja tiene su mano tendida– y de Santiago Abascal, cuyo gesto de fuerza en Vistalegre es un símbolo de que está enseñando los dientes al «voto útil».

De ahí que Casado deba ofrecer, con tanta generosidad como inteligencia, las ventajas de la «casa común», seguramente tragando con Rivera y buscando absorber a Abascal. El nuevo PP sabe que su triunfo corre por el centro, pero sin desatender esos principios que valen su peso en oro en la derecha. Una bonita tarea para los estrategas políticos.