Opinión
Cordón sanitario
Ha arrancado la cuenta atrás para un calendario lleno de compromisos con las urnas y el PP vuelve a poner la vista en que gobierne en los Ayuntamientos la lista más votada. Esta vez ha impulsado una Proposición de Ley aun a sabiendas de que sería rechazada en el Congreso por los diputados del «No al PP». Pero el tema conecta con millones de españoles que cada cuatro años ven traicionado el sentido de su voto por «pactos entre perdedores». En las actuales circunstancias, el peligro para los populares pasa de nuevo por el pacto entre PSOE, Podemos y sus socios ocasionales. Aunque también por Ciudadanos, presto a actuar, según sus conveniencias en uno u otro lugar, como «marca comodín». Ya en 2015 un conglomerado de alianzas, sobre todo de izquierdas, quitaron al PP buena parte de su poder municipal, empezando por la alcaldía de Madrid o Valencia y una docena de capitales de provincia y consitorios.
Legítimamente, Pablo Casado trata de movilizar a sus electores y de agitar el voto útil. Máxime estando tan reciente cómo el PSOE le arrebató el Gobierno al PP uniéndose a Podemos, independentistas e incluso Bildu. También tiene presentes los dimes y diretes en la capital de España, cuya alcaldesa, Manuela Carmena, ha acabado harta de su conglomerado de siglas. Con razón Casado tiende la mano a Rivera para combatir juntos que las victorias se conviertan en derrotas en las mesas de negociación. Porque la realidad pasa por la unión del centro-derecha. Sin demasiados cálculos partidistas a la carta. Ya se sabe que los horizontes preelectorales están lejos de ser el mejor momento para hablar de ententes. Pero sí para meditarlos. A poco que los sondeos acierten, el mapa que saldrá del 26-M obligará a PP y Cs combatir esas alianzas heterogéneas que reeditan el funesto «Pacto del Tinell». Estos cuatro años se han vivido espectáculos absurdos por obviarse la voluntad mayoritaria de los electores, una voluntad que debería quedar a resguardo de «pactos de despacho» sin transparencia. Porque, en la mayor parte de las ocasiones, los «cordones sanitarios» sólo sirven para enmascarar acuerdos inconfesables.
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