Opinión

En defensa de la Corona

No hace falta ser monárquico de nacimiento para sentir inquietud ante el aumento de los ataques al Rey desde partidos políticos e instituciones de representación popular. Hasta el Parlamento de la nación, con el visto bueno del Gobierno socialista, se dispone a despenalizar, en el peor momento, las ofensas a la Corona. Asistimos a una ofensiva en toda regla promovida desde Podemos y las fuerzas secesionistas de Cataluña, de clara vocación republicana, que ponen en un serio compromiso al gobierno encadenado. No estamos ante una simple discusión intelectual sobre la forma de Estado, que eso es siempre interesante, aunque suele resultar estéril porque se imponen los viejos prejuicios. De lo que se trata es de cargarse el «régimen del 78», asentado formalmente en la Monarquía parlamentaria y que ha demostrado, en cuarenta años de vigencia, regir la etapa de más nivel democrático de la Historia de España. A los soberanistas catalanes además les estorba el Rey porque es el principal símbolo y aglutinante de la unidad de España, que ellos pretenden romper unilateralmente. Unos y otros han querido ver que este es el momento oportuno para dar el zarpazo ante la debilidad manifiesta del Gobierno español, que, por si faltaba algo, es su cautivo y baila según venga el viento. De ahí la gravedad de lo que está pasando.

Mientras tanto y ante la delicada situación, Felipe VI aparece relegado, ocupando en apariencia un segundo plano. Su presencia en el exterior ha caído en picado suplantado por el presidente Sánchez, y en España su actuación se reduce a los actos protocolarios acostumbrados y a las presencias obligadas, como si se le quisiera preservar, inútilmente, de los ataques y como si aquí no pasara nada. No puede decirse que el Rey no se comporte con prudencia. Puede que excesiva. Desde luego, en ningún momento ha sobrepasado, en su breve reinado, los límites constitucionaldel 3 de Octubre de 2017. Es lo que estos enemigos de la Constitución no le perdonan. Como declaró Carrillo, cuando pactó el reconocimiento por parte del PCE de la Monarquía, «lo importante no es Monarquía o República, sino democracia o dictadura». Los que han traicionado ahora este pacto histórico que facilitó la concordia deberían tenerlo en cuenta. Defender la Corona hoy es defender la Constitución y la democracia. Y, por supuesto, defender a España de los nuevos bárbaros.