Opinión
Errejón come tres veces al día; Venezuela, no
No sabemos a qué llama comer Errejón. A Carpanta le bastaba con oler un pollo para entrar en éxtasis. En la España posfranquista de la que tanto abomina también se comía. Con la cartilla de racionamiento y a base de cáscaras de plátano. Hay testigos directos que lo atestiguan. Algunos pudientes sentaban a un pobre en su mesa. Vean «Plácido». Pero también «Ladrón de bicicletas», o «Las uvas de la ira». El hambre era una unidad de destino en lo universal en aquel tiempo. Charlot se echaba al coleto una bota usada. Cuando aún no se había construido el Valle de los Caídos.
En Venezuela, Maduro parece uno de esas caricaturas de banqueros que aparecen con un puro entre los dientes. Zampan los ricos, buena parte de ellos de la élite del régimen, más orondo cuanto más perverso. Errejón puede permitirse estar flaco, muy flaco. Si lo desea haría una estúpida prueba en internet para comprobar a cuál de sus amigos se le marca más las costillas. Es un joven rico que desayuna si le apetece, merienda si tiene apetito y almuerza entre caña y caña si así se encarta. Más de una generación le separa de la necesidad. Sólo hay que ver su altura, la estructura ósea, la piel que habita. Sus padres no tuvieron que hacer colas para hacerse con un kilo de arroz, ni llevar las mulas hasta el molino para que el trigo se convirtiera en harina, y devolverlo al pueblo para que de la harina se hiciera pan en un horno de barro encalado, allá en la Janda.
Errejón no sabe lo que es el hambre, lo que no le exime de mentir. En Venezuela, rezan las crónicas, con un salario mínimo se compraba un kilo de ajos este verano. El FMI hacía un paralelismo entre la inflación chavista y la de Alemania de entreguerras. Ángel Sastre, cuando estuvo por allá, escribió en este periódico que el problema es que ya no se encuentra comida ni en la basura. Ahí estaba la historia de Mario, +que subsistía con el caldo que prepara con restos de carne que encontraba en el río Guaire. ¿Qué más prueba quiere Errejón del hambre que pasan los venezolanos. ¿No son suficientes los que han abandonado el país con el rugido de sus estómagos como tambores de guerra? Errejón confunde los agasajos a los miembros de Podemos en Caracas con lo que jala uno de a pie, ese que engulle la miseria que con tanto afán defiende. Estómago agradecido. Si admite que el chavismo es un fracaso sería como un banquete a lo Bacon, Francis, que se sorprendía de no verse colgado en la carnicería.
✕
Accede a tu cuenta para comentar