Opinión

Cs juega a ser el nuevo PSOE

Ahora que todo es radicalidad y exceso, un volcán que escupe lava en cada comentario, en el gesto de quitarse la ceniza de los hombros como si fuera caspa, las piezas del tablero de ajedrez cambian continuamente con la frialdad de las jugadas entre Carlsen y Caruana, pura matemática. Ya no se trata de defender principios sino de salir en el «selfie». Sánchez sigue fabricando «fake news» para salvar la insensatez de unirse a los independentistas. Sus altavoces proclaman que los socios defienden la Constitución y que Vox no lo hace. La madre de todas las mentiras. No sabemos por qué la ministra de Justicia lo mantiene en el registro de partidos. Será porque tendría que ilegalizar también al PdeCat o a la CUP e irse del Gobierno y tal vez de España.

Ese intento de demonizar a uno de los ganadores de las elecciones andaluzas, nos guste o no, mantiene en tensión a los tibios de Ciudadanos que se encontraban plácidamente en el centro centro, que es donde se suele colocar el buen vecino para no molestar a la comunidad, y ahora tiene que elegir si se le asocia con las «derechas» o intenta ocupar los asientos vacíos que han dejado los socialistas al hacer manitas con la extrema izquierda y los soberanistas.

La tentación es tan grande que los naranjas exprimen el cerebro para consumar la jugada que los elevaría al poder traicionando su discurso del reparto de sillones, y siguen el consejo del desfondado Manuel Valls contra Vox, como si todavía fuera posible hacer de Rivera un Macron con chalecos amarillos, o permiten el cambio. En la sede de Cs se han colado los siete demonios, de Lucifer a Leviatán, cuando esperaban a los siete ángeles, de Miguel a Rafael. El candidato Juan Marín, ese hombre al que hay que señalar en los pies de foto de los periódicos porque se confunde a poco que haya más de dos personajes, quiere ser presidente de la Junta. Los dioses crearon el asombro y ahora son ellos los que no salen de él. Cs estaría más cómodo en una de esas butacas que venden de madrugada y se reclinan para la siesta, en el PSOE que ya no es, en la afrenta al Rajoy que ya cuenta nubes mientras toma café con los registradores de la propiedad, pero es hora de sentarse en una silla de enea visto el quejido andaluz. El eterno dilema y la maldición de estar siempre en el sitio equivocado en el peor momento.