Opinión
¿Otra imagen «turca»?
Si nadie lo remedia –que no parece– el Estado español cuenta con no pocas papeletas para volver a ocupar espacio en los medios de comunicación foráneos como ocurriera en la mascarada del «1-O». Ya saben, con cientos de falsos heridos que no pisaron hospital alguno y con teatrales auto lesiones que sin embargo dieron la vuelta al mundo, asumidas por esa prensa internacional que, comprando todo lo que le vende la propagada secesionista no dudo en equiparar con la Turquía de Erdogan a una de las más contrastadas democracias de Occidente.
Como circula de manera especial en las redes sociales eso del «piolín volviendo a Cataluña por Navidad», casi automáticamente ha reaparecido el recuerdo de los episodios vividos el 1 de octubre del pasado año, tanto en las escenas de supuesta violencia, como en la polémica previa a propósito de las deficientes condiciones con que desarrollaron allí su trabajo las fuerzas de la Policía Nacional. Ahora, con la previsión del nuevo envío de cara al 21-D de miles de efectivos a la capital catalana, las dos inquietantes variables vuelven a asomar. Una, en previsión de las muchas probabilidades existentes de que deba actuarse frente a unos CDR que no son precisamente promotores de pacíficas vigilias y chocolatadas reivindicativas y la otra, ya puesta sobre la mesa a cargo de los sindicatos policiales clamando por unas más idóneas condiciones para los policías que allí se van a desplazar.
Ni uno ni otro escenario deberían estar hoy planteados, sencillamente porque bien conocido el paño, el camino del Gobierno del Estado hace tiempo que debiera de ser otro, a ser posible además de la mano del resto de fuerzas constitucionalistas. Si en Cataluña ya hay un contingente de diecisiete mil policías encuadrados en el cuerpo de Mozos de Escuadra –perteneciente obviamente a la Seguridad del Estado– cuerpo que no actúa en casos como el bloqueo durante quince horas de una autopista troncal europea sencillamente porque espera unas órdenes que no le llegan y más allá, si desde la Administración de la que depende en primera instancia solo se recibe la amenaza de depuraciones por el mero hecho de pretender cumplir con su deber, lo que cabe preguntarse es a qué se está esperando para que el Estado tome el control con la ley en la mano de ese costoso contingente que pagamos todos los españoles y que ya si que recibiría unas órdenes de actuación ahora inexistentes.
No nos engañemos, el rodillo de la propaganda independentista necesita que, como en octubre de 2017 el uso de la fuerza por muy comedido que sea venga de uniformes llegados desde Madrid y no de «su» policía territorial. Se trata de otra muy mal cosida costura en un remiendo que se dejo a medio hacer con una aplicación del 155 que a pesar de demostrase asimilada desde el minuto uno por la sociedad catalana, no tuvo ni la profundidad ni la continuidad que requerían el reto histórico y la gravedad del problema. Y en estas nos encontramos, con un presidente entre la espada de la imagen que se ha ganado de condescendiente con el separatismo y la pared de aparecer el viernes como el Erdogan ibérico.
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