Opinión
Más sentido común y menos virtualidad
¿Qué tiene la tecnología que seduce tanto? ¿Se deberá a que somos una sociedad con escasez de valores y de relaciones reales y con fundamento a las que agarrarnos? Una personalidad débil es propensa a engancharse a todo aquello que le prometa sentirse pleno, completo. Las tecnologías no tienen nada de malo, sucede como con el dinero, depende del uso que se le dé. Poder ver y hablar con alguien que está al otro lado del mundo, está genial. Enviar una ‘carta’ (correo electrónico o ‘e-mail’), y que llegue casi en el instante a su destinario, es fabuloso. Empero, esa inmediatez ha derivado en que, todo, literalmente casi todo, en nuestra vida ha de tener la misma cualidad de inmediatez, so pena de empujarnos a la frustración si no logramos lo que ansiamos ‘ya’. Los rasgos psicológicos generales, el miedo y su contrapartida ‘perfección & control’, nos hablan de que usamos la fobia y la contrafobia para lidiar con la frustración que produce vivir la realidad. Los fóbicos huyen aquello que les produce miedo. Los contrafóbicos se agrupan para disimular ‘adicciones’: todo aquello, que se generaliza y se comparte, se normaliza como el tener vidas virtuales. Ahora, los ‘amigos’ en Facebook, son tratados como verdaderos amigos, cuando en verdad, de la mayoría sólo se conoce su foto -y no siempre, ya que hay quien pone un dibujo-avatar o la de un famoso-, las frases y videos que comparte y alguna que otra opinión en forma de ‘vómito’ sobre algún tema político o candente. Emigrado el sentido común, es fácil engancharse a aquello que nos proporciona satisfacción inmediata. En Silicon Valley, mientras los padres promueven redes sociales e inventan como engancharnos más, a sus hijos les niegan el tener teléfono móvil. Por algo será. Más amor y menos virtualidad, sería la consigna. Las relaciones y las emociones reales son un buen precursor del sentido común. Tecnología, sí. Enganche codependiente, no.