Opinión
Venezuela: un deber moral
«Los lugares más calientes del infierno están reservados para aquellos que en un momento de gran crisis moral mantienen su neutralidad» (Dante, La Divina Comedia, citado en JF Kennedy, Perfiles de Coraje). Venezuela está sufriendo una crisis institucional que ha provocado una crisis económica sin precedentes. España tiene el deber moral de liderar una posición común en la Unión Europea que reconozca a Juan Guaidó, el presidente de la Asamblea Nacional, como presidente de la República. Guaidó será el encargado de convocar «una elección universal, directa y secreta dentro de los 30 días consecutivos siguientes» (Artículo 233 de la Constitución). En una situación de vacío de poder como la actual no se puede esperar más, so pena de asistir impasibles a una crisis humanitaria de proporciones incalculables.
El presidente Maduro ha incumplido durante mucho tiempo su obligación de «procurar la garantía de los derechos y libertades de los venezolanos» (artículo 232 de la Constitución). En los últimos años la quiebra del orden republicano ha sido evidente. En el año 2015 la oposición consiguió 112 de los 167 escaños, la mayoría necesaria para modificar ciertas leyes orgánicas. El régimen empieza a intentar adulterar los resultados muy pronto: impugnación de actas, anulación de leyes, traspaso de las competencias del Parlamento –incluido el control parlamentario– a un Tribunal Supremo de Justicia previamente domesticado, detención de opositores políticos, constitución de una Asamblea Constituyente absolutamente controlada por el oficialismo.
Esta quiebra del orden republicano ha provocado una crisis económica sin precedentes en uno de los países más ricos de América. Venezuela tiene más reservas de petróleo que Arabia Saudí, Canadá o Irán; un clima privilegiado y unas gentes extraordinariamente preparadas. Sin embargo hoy los venezolanos sufren una inflación que llega a cifras estratosféricas: los precios subieron 1.370.000€ el pasado diciembre. El Fondo Monetario Internacional cree que Venezuela sufrirá una inflación de 10.000.000% si no se cambia de política. En Venezuela falta prácticamente de todo: leche, carne, pollo, medicamentos contra el cáncer... y hasta papel higiénico. Casi tres millones y medio de venezolanos se han ido del país y no se atisba ningún tipo de salida.
A Maduro le apoyan hoy Rusia, China, Cuba, Nicaragua, Bolivia y México. Le repudian más de una veintena de países importantes, la mayoría miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA) y UE, entre los que se encuentran Estados Unidos, Colombia, Brasil, Canadá y hasta el Ecuador de Lenin Moreno, sucesor de Rafael Correa, compañero inseparable de Maduro en el Alba. La postura de Luis Almagro, Secretario General de la OEA, es de sobra conocida. Como lo es la de Macri (Argentina) y Bolsonaro (Brasil), presidentes de los dos países más importantes de Mercosur. Líderes de la izquierda tan señalados como Tabare (Uruguay) han guardado un silencio más que significativo. Y es que esto no va de derechas o de izquierdas; va de compromiso con los derechos humanos, con la democracia y con un pueblo tan cercano a nosotros como el pueblo de Venezuela.
La Unión Europea se ha limitado hasta ahora a reclamar un «proceso político que lleve a unas elecciones libres y apoya a la Asamblea Nacional como la institución democráticamente elegida cuyos poderes deben ser respetados». Poco más. Me cuentan que Alemania, Reino Unido y Polonia están por una respuesta firme, mientras que Francia, Italia, Portugal y España se contentan con pedir una negociación entre el Gobierno y la oposición. Como si nada hubieran aprendido del escasísimo éxito de la mediación emprendida por Lionel Fernández (República Dominicana), Omar Torrijos (Panamá) y Rodríguez Zapatero (España). En mis años en Santa Cruz no dejé de pedir a Maduro que respetase el orden constitucional. Mis broncas me costó. Pero también presté apoyo al ex presidente español en sus esfuerzos, prestándole todo tipo de ayuda logística en Caracas y pidiendo la participación de la Santa Sede en el proceso. Cuando hasta Monseñor Parolin, Secretario de Estado del Vaticano y ex nuncio en Caracas, se convenció de que Maduro no iba a negociar nunca con la oposición democrática, le pedí a Zapatero que abandonase unas conversaciones que solo servían para dar oxígeno a un régimen cada día más autocrático.
Cualquier observador sabe que en la Unión Europea, cada socio tiene un protagonismo especial en aquellas áreas en que sus querencias y sus intereses son más intensos que los de otros países. España y Venezuela pertenecen a la Comunidad Iberoamericana de Naciones. Son muchos los venezolanos en España y muchos los españoles en Venezuela. Por eso, lo que ahora toca es que el presidente Pedro Sánchez se vaya a Bruselas a explicar a nuestros socios que no caben más dilaciones. Si no lo hace, España corre el riesgo de caer en la irrelevancia en el futuro. Y, lo que es aún peor, Venezuela se nos puede morir entre las manos. Y Venezuela merece vivir.
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