Opinión

Machistas en el deporte, al rincón de pensar

José Carlos Jaenes Sánchez, psicólogo del Deporte

De nuevo nos encontramos ante un episodio de abuso machista y van demasiados, porque uno, sólo uno, ya debería haber sido suficiente para acabar con esta lacra social que ensucia más allá del deporte. Por encima de los insultos, del abuso de poder que suponen, de la discriminación y de la vergüenza, podemos sacar lecciones para aprender, para el futuro. La reacción del Terrassa, que leo en los medios, demuestra que, a pesar de lo ocurrido, las organizaciones empiezan a reaccionar rápido, con claridad meridiana y lanzan al fútbol, al deporte, a la sociedad, un mensaje claro: el fútbol es de todos y la discriminación, el abuso, la mala educación, que diría Pedro Almodóvar, están fuera de lugar.

Estas líneas que he leído son la mejor lección, un aviso para navegantes denostados, despistados, que viven anclados en tiempos turbios y antiguos. La reacción del club excluyendo a su equipo de veteranos es ejemplar. Esta declaración debería estar en una placa a la entrada de cada campo, de cada estadio, de cada instalación deportiva de nuestro país, sólo habría que cambiar el nombre el club: «Desde el Terrassa FC continuaremos trabajando hoy y siempre de una forma muy activa y enérgica por la igualdad. Nos hemos comprometido a avanzar en la construcción de una sociedad y un deporte que camine con un valores alejados de cualquier tipo de violencia, desde el respeto, el trabajo en equipo, la lucha, el esfuerzo y la superación y lo continuaremos haciendo».

La respuesta, en forma de Twitter, de la Real Federación Española de Fútbol, es igualmente una forma de mostrar que no todo es tolerable, que los aires que corren, como el balón, van en otro sentido muy opuesto.

Reflexionemos lo que este castigo supone para los expulsados. Volver a casa sin disfrutar de su deporte, encontrarse con sus esposas o novias, con sus hijas, a las que seguro piden honestidad, que tengan cuidado con los bestias que andan sueltos, sin darse cuenta de que el enemigo vive en casa, duerme en la habitación de al lado y comparte la misma mesa. Es para tener miedo.

Proyectos europeos de valores como PSYTOOL, se han mostrado como una herramienta eficaz para luchar contra estas malas prácticas, de las que los protagonistas, una vez más, son algunos padres, sólo algunos.