Opinión
De Sánchez como bendición
El músculo civil de nuestra sociedad, la anemia de un auténtico patriotismo cívico, es uno de nuestros grandes males. Pienso en la plaza de Colón el pasado domingo. No es cierto que la concentración fuera un fracaso. Reunir a más de 100.000 personas, convocadas en apenas dos días, parece más bien un éxito formidable. Pero el número de asistentes no refleja el grado de indignación que sienten millones de ciudadanos. A muchos de ellos, que prefirieron quedarse en casa, los coarta la repulsión por los partidos políticos. Contribuyó al despiste o la animadversión la presencia de una formación, Vox, que hace gala de algunos de los tics identitarios que denunciamos en los nacionalismos realmente existentes a falta de que se concrete ese bicho mítico, el nacionalismo español, desmentido una y otra vez por el conocimiento empírico.
Al resto, incluidos los que sí fueron, le tuvo que inquietar el adanismo del manifiesto. Un papel más o menos improvisado que incurre en hipérboles y, todavía peor, distribuye algunas trolas. Cuando resulta que si algo nos separa de los nacionalistas vascos y catalanes, y de sus humillados socios antisistema, es el respeto por la ley de la gravedad y la alergia al arsenal de tópicos caricaturescos. Para colmo el citado panfleto fue leído no por un triunvirato de premios Nobel sino, ay, por tres colegas. Dicho sea sin ánimo de afear sus méritos pero consciente de que tras la clase política española no hay gremio más desprestigiado que el nuestro. En realidad no hay motivos para el desánimo. La única posibilidad de regeneración de la vida política pasa por la implosión del sanchismo.
Semejante escenario no puede sino aproximarse mientras el descrédito se acumula, y qué mejor para el diluvio que permitir que el bueno de Pedro mantenga su púrpura unos cuantos meses. Los justos para enterrarse definitivamente en la infamia y escribir su próximo manual de resistencia. Como expliqué el otro día por los páramos de las redes sociales, si sus tragicómicas aventuras a cuenta de las primarias dieron para un libro, sus actuales equilibrios junto al infierno deben de engendrar versos épicos y hasta aparejar el hundimiento de su partido. Quieran los dioses que de las cenizas nazca una izquierda nacional que no confunda al adversario conservador, pero aliado constitucional, con el enemigo, mientras practica toda suerte de felaciones a los verdaderos enemigos de la igualdad y la convivencia.
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