Opinión

Vestir de naranja

Ahora que se lleva tanto hablar del aliño indumentario aunque sea por razones poéticas, conviene fijarse en que el hábito sí que hace al monje y hay que ser cocinera antes que fraila, según esculpió mi adorada Carmen Calvo. La aparición de Silvia Clemente, antaño presidenta de las cortes de Castilla y León por el PP, ataviada de un naranja resplandeciente en su presentación como candidata por Ciudadanos, sólo puede ser comparada con la falda de Billy Porter en los Oscar. De esta edición de los premios del cine no quedará nada, salvo un modelo en la alfombra roja. La nada ni es orden ni es caos. La nada solo define nuestra incapacidad para entenderla. Veremos en qué queda el atuendo de Clemente. Si Cs se hace un Oscar, eso de que gane la película de consenso pero que no gusta a casi nadie. El partido vive su semana fantástica, como un anuncio de El Corte Inglés. Ya les auguro que el naranja será uno de los colores de la temporada en los armarios, y puede que también fuera de ellos. Ah, la moda.

Clemente pareció un remedo de esas heroínas de novelas decimonónicas que dieron a su aspecto un significado histórico. Ir de rojo cuanto toca ir de negro, la cámara la sigue mientras las miradas la acarician a dentelladas. Clemente se sintió una vestal en el templo sólo que aquellas eran vírgenes y la expopular ya sabe lo poco sutil que es la política, y llevaban túnicas de lino blanco adornadas con púrpura y un velo en la cabeza, algo anticuado para el nuevo Plutarco en su versión moralista. Es lo que conocemos hasta ahora de la nueva ideología liberal progresista de la recluta. Rivera sabe bien que esta es su última oportunidad. Pablo Iglesias también la intuyó. Y la perdió. Ni siquiera lanzar una moneda al aire tiene la misma probabilidad de caer de un lado. Eso dicen los científicos sobre el cálculo de probabilidades. Les aseguro que no lo entiendo, pero así es.

Y de los otros fichajes de Cs, intriga mucho Malú. Pero qué es esto de que no se pueda hablar de la vida privada de quien aspira a gobernarme. Ni que fuera yo la Preysler, porque para Vargas Llosa me quedan cientos de libros por leer y al menos un folio que iguale su escritura. Si hasta de la Reina se cuentan chismes y diretes. Malú de naranja sí se merecería un Oscar a los mejores efectos especiales de la campaña electoral. Clemente de momento está nominada al Goya al mejor vestuario. Y aún queda mucha película, algunas desconocidas, como «El acorazado Potemkin» que dice haber visto en ruso Pilar Rahola a pesar de que el filme era mudo.