Opinión
Insultar a la inteligencia
Aprendimos hace mucho tiempo que las campañas electorales son actuaciones combinadas de comunicación y movilización. Para hacer más digerible la comunicación y más eficaz la movilización, algunos políticos tienden a simplificar sus mensajes con la finalidad de animar a votar a cantidades importantes de sus potenciales electores.
En los días que distan hasta el 28 de abril veremos ejercicios de simplificación y demagogia que nos harán sonrojar, porque muchas veces el votante tiene ese sentimiento tan español que es la vergüenza ajena, del que carecen quienes lanzan los mensajes.
En los últimos días y tras su vuelta a los escenarios en plazas y platós, Pablo Iglesias ha decidido tratar a los electores como menores de edad y ofrecerles en cada mitin o entrevista, una sesión del barrio sésamo, adaptada a la campaña de las elecciones generales.
Del mismo hecho de la reincorporación al escaño, tras el permiso parental para cuidar a sus hijos, ha querido hacer el político morado una noticia cuasi heroica. Miles de mujeres, y muchos menos hombres, que se incorporan todos los días a sus puestos de trabajo por idéntica razón, deben haber visto el festejo con cierta perplejidad.
Pero no contento con semejante alborozo, Iglesias ha retomado su vieja estrategia de simplificar los mensajes, aderezándolos con enormes dosis de demagogia. Motivos tiene para ello, más allá de los preocupantes pronósticos que otorgan a su formación todas las encuestas.
Hace muy pocos años el concepto de casta le proporcionó buenos resultados a Podemos. También fue una fórmula de éxito meter en el mismo saco a PP y PSOE, o rodear el Congreso al grito de no nos representan. Tan sólo tres años después, encaramado desde el escaño al timón de su partido, es harto difícil reeditar ciertos éxitos desde su residencia familiar a las afueras de Madrid.
Como si tratase de una nueva temporada de juego de demagogias, el señor Iglesias ha decidido ofrecer nuevos capítulos, a modo de remake de aquellos que tan buenos resultados proporcionaron a su partido. El primer episodio de la nueva temporada se podría titular «que viene el coco», y señala a las pérfidas entidades financieras como culpables de todos los males. Por eso pretende que los partidos políticos, en lugar de pedir créditos a los bancos para financiar sus campañas a cuenta del dinero que recibirán posteriormente, utilice por ejemplo el trueque o tire del colchón de la abuela.
Huyendo despavorido de las imágenes del acuerdo presupuestario en el Palacio de la Moncloa con el presidente Pedro Sánchez, desvergonzadamente tildado durante un tiempo por Podemos de representante de la casta, Iglesias vuelve a soltar tacos en las entrevistas, utiliza expresiones chuscas en los mítines o directamente insulta. Alguien le debe haber dicho que tiene que volver a ser gente corriente, recuperar frescura y volver a impostar. Pero una vez más se equivoca, debería saber que la inmensa mayoría de esa gente corriente no intenta insultar permanentemente la inteligencia de aquellos que les rodean.
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