Opinión

El FMI advierte a España

La economía española acumula unos años de incuestionable bonanza económica: pese a la ralentización que estamos experimentando durante los últimos meses, nuestro aparato productivo ha sido capaz de generar alrededor de medio millón de empleos anuales y de incrementar continuamente sus exportaciones al resto del mundo. España, pues, se ha expandido de manera sostenida y ha corregido parte de los desequilibrios que acumuló durante la burbuja y que terminaron abocándonos a la crisis más devastadora de nuestra historia democrática. Ahora bien, que hayamos disfrutado de una etapa saludable de crecimiento no significa que, simultáneamente, no hayamos acumulado –o consolidado– desequilibrios que sí deberían ser motivo de honda preocupación a lo largo de esta campaña electoral. Algunos de esos desajustes son sobradamente conocidos: nuestro mercado laboral exhibe una tasa de paro estructuralmente elevada y caracterizada por una arraigada dualidad entre fijos y temporales (lo que dificulta sobremanera la incorporación de los más jóvenes al mercado de trabajo); asimismo, nuestro mercado eléctrico castiga a los españoles con una de las facturas de la luz más onerosas de Europa debido a la conjunción de una política energética desnortada, una carga fiscal desorbitada y una oligopolización obscena de la estructura de generación. Pero estos más que ciertos problemas de nuestra economía no son aquéllos en los que el FMI focaliza su atención en su reciente revisión de las previsiones económicas para 2019 y 2020. En particular y de acuerdo con esta institución, nuestro país carga con un serio problema de endeudamiento público: por un lado, los años más duros de la crisis económica dispararon esta variable hasta casi el 100% del PIB en 2014; por otro, los subsiguientes años de crecimiento económico apenas han conseguido reconducirla hasta el presente 97%. El Fondo es visiblemente crítico con la parsimonia de nuestros políticos a la hora de reducir nuestro actual déficit público (pues un menor déficit, o incluso un superávit, contribuiría a minorar nuestros presentes volúmenes de deuda sobre PIB): en particular, denuncia que, pese a nuestros compromisos con Bruselas, no resulta previsible que logremos recortar el déficit público del 2,2% ni en 2019 ni en 2020 (recordemos que este ejercicio deberíamos rebajarlo hasta el 1,3%). De hecho, su pronóstico es que, a partir de 2020, nuestro déficit público volverá a aumentar hasta aproximarse al 3% del PIB, lo que llevará a que nuestra deuda pública se consolide por encima del 90% del PIB durante la mayor parte de la próxima década. ¿A qué se debe esta esclerotización económica en niveles de endeudamiento tan elevados (y peligrosos)? En esencia, a que todos los partidos políticos en liza están prometiendo seguir gastando mucho más de lo que van a ingresar (ya sea porque quieren disparar los desembolsos estatales sin subir suficientemente los ingresos o porque desean reducir los impuestos sin meter suficientemente en vereda el gasto público). El FMI ha colocado el dedo en la llaga de nuestra economía y bien harían los partidos políticos en ponerse manos a la obra para corregir este agujero. Por desgracia, no parece que el rigor presupuestario esté entre sus prioridades.