Opinión

Rubalcaba sale de la sombra

En vísperas de necrológicas, algunas sinceras y otras impostadas como corresponde, o de que la muerte alce bandera blanca y se rinda. Así pasamos el día en ese recuerdo febril tan de tanatorio mediático. Haciendo memoria de todo lo vivido. Afortunadamente, en los hospitales, la guerra política se convierte en tregua de respeto, haciendo caso a la enfermera de su tiempo que mandaba callar en silencio. El navajeo de lenguas que harían sangrar a cualquier idioma. El hombre que mejor se ha movido entre las sombras de los gobiernos habría de soportar, de esta manera, que todos los focos se pusieran sobre su cama. Lo único cierto, porque todo lo demás es maldito remordimiento, y tan inevitable como el destino, es que el químico guardaba una fórmula de mezclar los elementos que pertenece a otra época. Digamos que Rubalcaba, en el cielo o en la tierra, desmadeja una generación a la que nos gustaría ver de nuevo al timón de un país a la deriva. Aquellos políticos que leían algo más que volúmenes de autoayuda y técnicas de marketing. No acertamos a datar cuándo se jodió el rumbo. La nueva política nos hizo más imbéciles, derrocando estatuas como si España fuera la Irak de Sadam. Todo para llegar a la probeta madre, que parece que la efebocracia ha descubierto, además del corte «slim fit» que requiere cierta dieta, las Américas sin soltar un solo tiro. Rubalcaba ha visto pasar muchos cadáveres y tal vez en ese trance los recuerde y sepa de lo que hablamos. Lo peor de este momento, y que la salud del ex ministro subrayó durante toda la jornada, es que el futuro se antoja peor y que lo que alguna vez nos pareció restos putrefactos de faisanes y gaviotas eran bocados de caviar frente a estas cáscaras de gambas.