Opinión

La "fumata" del día 25

Navarra no es una comunidad más ni un pedazo cualquiera del mapa nacional. No tanto por su condición de territorio foral sujeto a una serie de derechos históricos –que también–, sino porque siempre resultó clave, vital para el nacionalismo vasco en su esencia y razón de ser. Sin Navarra no hay proyecto de futuro fuera de España. Tal vez por ello el PSOE tiene ya asegurados para la investidura de Sánchez los seis escaños del PNV, cerrado un acuerdo en la comunidad foral en el que socialistas y nacionalistas llevarán el timón del gobierno con la anuencia vía abstención de la Bildu del ex etarra Otegui. Resulta curioso pero el mismo PNV que abomina de Bildu en el país vasco necesita de la presencia de la formación abertzale en Navarra, cosas de la lógica política. Pero el PSOE de Sánchez no sólo ha mostrado sus cartas en esta comunidad, también ha optado por gobernar con la izquierda podemita en Canarias y con los ya conocidos socios nacionalistas de dudosa fiabilidad en la comunidad balear. En todos los casos se ha dado la espalda al entendimiento con el centro derecha, ese al que se pide una «abstención responsable» en la investidura del líder socialista, algo en lo que se supone habrán reparado esos «poderes económicos» que claman por un acuerdo entre PSOE y Ciudadanos o en última instancia un gesto por parte del partido de Rivera para facilitar esa investidura ¿seguirán convencidos los del Ibex visto lo visto, de que la mejor opción es brindar desde Ciudadanos el apoyo a Sánchez a cambio de nada, cuando todo apunta a que la intención real del presidente en funciones es entenderse con Podemos y con quién haga falta en la línea de Navarra, Baleares o Canarias?

Seamos serios, pocas veces se ha vivido en nuestra política tanto postureo y tanto cocinado previo a un desenlace probablemente más cantado de lo que pretende venderse como es la investidura, en favor de quien desde el minuto uno de la noche electoral pareció tener claro –vistos los movimientos posteriores– cuales eran sus aliados naturales a la hora de negociar coaliciones o «cooperaciones» y a quienes se trataría paralelamente de poner en el brete de solicitarles apoyo gratuito bajo un supuesto sentido de estado. Si realmente había un interés en truncar el «no es no» de Rivera, bien podría habérsele puesto sobre la mesa un mínimo acuerdo programático, sobre todo porque eso sí habría cuestionado la insistencia del dichoso «no es no». ¿Tan desfasados quedan los cien puntos del acuerdo de gobierno cerrando entre Sánchez y Rivera hace tres años frustrado por la matemática? Parece que las prioridades eran otras en esta ocasión. El jueves 25 habrá por lo tanto en segunda votación casi con toda seguridad «fumata blanca» a la investidura de Sánchez o en todo caso se materializará dentro de plazo con el «reloj de la democracia» en marcha, pero haberla la habrá y con una abstención en última instancia de Esquerra Republicana contraria a la repetición de elecciones y consciente de que Sánchez es su mal menor español en la Moncloa. Abstención tan útil como la de Bildu en Navarra. Eso es todo. Ergo, basta de postureos.