Opinión
Sí, bonita, indulta a Borja
Al fin vivimos en el mundo real. Ya intuíamos que no siempre ganan los buenos por mucho que las películas nos esperanzaran. El cine consigue lo que es imposible. Ahora, ya ni eso. Los guiones disculpan a los gañanes porque tuvieron una infancia difícil. Quieren entender al asesino, adentrarse en su mente. Como si no estuviéramos allí. Cualquiera de nosotros puede ser un monstruo, solo tiene que intentarlo. A ver quién le explica al cadáver y a los que lloran al difunto, a la mujer abusada que rasca la grieta de la pared sola, que era la psicología y no la maldad.
Que un juez empatice más con el delincuente que con el héroe es más preocupante. En otras sentencias recientes que ardieron en la polémica engullimos voces que exigían dar clases a los magistrados para adiestrarles en el cauce ideológico apropiado. Un disparate. Nadie apela al juez de Málaga que condenó a Borja, el chico que asistió a una mujer a la que patearon y robaron el bolso. El suceso acabó en muerte. Homicidio imprudente, reza la sentencia. Imprudente fallo, añado. Nos advierte de que es mejor cruzarse de brazos mientras llega la Policía. Que nos aislemos, más aún, en nuestros caparazones y veamos la vida pasar sin que nos afecte la mugre. Que seamos cobardes como siempre y apelemos a la libertad de nuestro miedo. Clint Eastwood yacería frito en una silla eléctrica. Si aún viviese John Ford sería reeducado con un cartel colgado del cuello y la turba escupiendo empatía hacia los malvados. En una película de las de antes, los niños hubieran aplaudido el coraje de Borja. Hoy se entretienen con las palomitas mientras Disney da una perspectiva de género a los clásicos. La justiciera y feminista fetén Carmen Calvo, la de no bonita, no, no estaba allí para socorrer a una mujer. Estaba Borja. El Gobierno juega con el indulto a los cabecillas del «procés» en un juego de cartas de la investidura. Pero en una fechoría cotidiana no interpretaba un político. Estaba Borja. Nada por ahora, ni un comentario a pie de página, sobre la medida de gracia. Es complicado andar derecho con el mundo al revés. La Justicia es ciega pero la injusticia es letal. A los abajofirmantes y abonados al manifestódromo les roba el sueño el cambio climático, las hipérboles que dicen pueden cambiar la historia. Nuestro mundo, sin embargo, se cambia, con heroicidades anónimas. Ahí está Borja.
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