Opinión
Las basuras entierran a la alcaldesa romana del Movimiento 5 Estrellas
Nada más salir del portal, Fiorella
encontraba cada día un mercadillo de segunda mano. Todo desordenado
y tirado por el suelo, eso sí. Pero junto a las bolsas de basura
esparcidas por la acera se podía encontrar casi cualquier cosa. Un
televisor de tubo, la verdura pasada del puesto de al lado, una silla
de las de sacar a la puerta a tomar el fresco, los embalajes de la
tienda de juguetes, un calentador de agua, ratones e insectos. “Yo
nunca había visto Roma así, no somos la vergüenza de Italia, sino
del mundo”, decía ella. Durante semanas, la capital italiana ha
estado invadida por los deshechos que se acumulaban por las calles
sin que nadie los recogiera.
En Italia son propensos a ponerle
nombres dramáticos a estos sucesos para dar apariencia de que se
trata de un fenómeno imposible de combatir. Así que a esta crisis
la llamaron “Emergencia Roma”, obviando que sucede
periódicamente, a menudo coincidiendo con navidades y vacaciones de
verano. Esta vez ocurrió con el termómetro en 40 grados y unos
olores que provocaron la alerta de las autoridades sanitarias. La
alcaldesa, Virginia Raggi, del Movimiento 5 Estrellas (M5E), pidió
auxilio al resto de administraciones y gracias a un plan integral ha
conseguido más o menos que las basuras vayan despareciendo del
paisaje urbano para terminar en vertederos de la región.
La explicación más inmediata a este
problema es que Roma produce más basuras de las que puede procesar.
Cada día se acumulan 5.000 toneladas de residuos, de los que sólo
2.000 se pueden reciclar. En 2013 las exigencias medioambientales de
la Comisión Europea obligaron a cerrar Malagrotta, un gigantesco
basurero al que iban a parar todo tipo de deshechos mezclados. Desde
entonces, unos 650 kilos de basura no reciclable quedan diariamente
en los contenedores porque no hay donde llevarlos.
“Roma no ha construido una estructura
alternativa para convertir la basura orgánica en combustible. Sólo
tiene una planta de este tipo, cuando harían falta al menos 15”,
asegura Stefano Ciafani, presidente nacional de Legambiente, la
principal asociación ecologista del país. La capital italiana solo
logra reciclar el 45% de los desperdicios que genera, por el 60% de
otras ciudades como Milán. Así que “la emergencia que se está
resolviendo en estos momentos corre el riesgo de ser sólo la
penúltima si no se interviene de forma estructural”, sostiene
Ciafani.
Los expertos reclaman la construcción
de plantas de termovalorización, que transforman la basura en
energía. El problema es que el M5E, que nació con vocación de
partido ecologista, rechaza esta solución porque considera que son
demasiado contaminantes. La alternativa son las bolsas de basura por
los suelos y el traslado a otras ciudades de Italia y del extranjero.
El coste del transporte ronda los 180 millones de euros al año, que
siguen engrosando la enorme deuda de 12.000 millones que tiene la
Administración local.
Es un asunto que viene de lejos. De
hecho, la limpieza de las calles siempre se sitúa en el primer
puesto de las preocupaciones de los romanos. Por eso cuando Virginia
Raggi se presentó a las elecciones a la alcaldía, en 2016, sus
promesas fueron acabar con la corrupción y devolver la dignidad a la
ciudad. Se impuso en segunda vuelta con el 67% de los votos ante el
candidato del socialdemócrata Partido Democrático (PD). Sin
embargo, en estos momentos la sensación es que el abandono sigue
siendo el mismo con tres años más de problemas acumulados. La
crisis de las basuras y el mal funcionamiento de otros servicios
públicos lo padecen, sobre todo, en las periferias, donde el M5E
cimentó su triunfo electoral. Hoy, según un sondeo de Euromedia
Research, Raggi no pasa el filtro del 72% de los ciudadanos.
“El Movimiento 5 Estrellas presentó
Roma y Turín [la otra gran ciudad que consiguió en las municipales
de 2016] como grandes banderas. Pero la alcaldesa de Turín, Chiara
Appendino, se enfrenta cada día con quienes quieren construir la
línea de alta velocidad a Francia en contra de su voluntad; mientras
que en Roma estos tres años se pueden resumir en una crisis diaria”,
opina Massimiliano Panarari, politólogo la Universidad Luiss y
experto en el M5E.
El tren de alta velocidad -aprobado
este pasado miércoles en el Senado italiano con el único voto en
contra del M5E-, es un nuevo torpedo en las contradicciones internas
del partido. La formación se divide entre los fundadores, para los
que las manifestaciones contra esta vía suponen una lucha contra el
poder, y los posibilistas que ven en ella un negocio ingente.
Mientras, en el caso de Roma todos los analistas ya advirtieron que
se trataba de un caramelo envenenado.
Raggi heredó el Ayuntamiento del PD,
que sufrió durante años el desgaste de una ciudad con fama de
ingobernable. La Justicia le puso nombre a todas las deficiencias con
una investigación llamada “mafia capitale”. Lo que quedó en
evidencia es que existía una extensa red que llegaba desde los
empresarios al poder político, pasando por sindicatos y dirigentes
de empresas públicas, para que los fondos destinados al ciudadano se
quedaran por el camino. Tras varias sentencias, cerca de una veintena
de imputados fueron condenados a penas que llegaron a 20 años de
cárcel.
Todo esto se produjo antes de la
llegada de Raggi. Y era justo lo que venía a combatir. Pero poco
después de asumir el cargo, el cenagal comenzó a salpicar también
a su equipo. A su mano derecha le cayeron tres años de prisión por
recibir sobornos de un constructor, y varios de sus concejales -entre
ellos la de Medio Ambiente- tuvieron que dimitir por distintos casos
de corrupción. En el punto de mira siempre ha estado la gestión de
las basuras y el transporte, controlados por sendas empresas públicas
con miles de empleados, que no sólo manejan la parte más cuantiosa
del presupuesto, sino que son capaces de poner en jaque a la
alcaldesa y al resto de la ciudad con numerosas huelgas.
Las investigaciones llegaron incluso a
la regidora, acusada de haber colocado al hermano de su corrupto
número dos al frente de la dirección turística de la ciudad.
Aunque, finalmente, el año pasado los tribunales determinaron la
inocencia de Raggi. Fue su última oportunidad de resurgir,
presentarse como una víctima e imponer su argumento de que sólo
después de desprenderse de este sucio pasado llegaría el verdadero
cambio. Pero para entonces, ya nadie en su partido creía en ella.
La joven aspirante a la alcaldesa
-entonces 37 años- fue una apuesta personal de Luigi Di Maio, líder
del M5E. Un rostro fresco con el que conquistar al electorado. “Y
ahora desde la dirección sólo la defienden porque no queda otra”,
apunta Massimiliano Panarari. Según el experto, “Di Maio ha tomado
mucha distancia y da Roma por perdida, ya que supone un problema
imposible de resolver”. Es decir, justo lo que le ocurrió al PD,
en el que muchos celebraron perder el Ayuntamiento frente a un M5E
que llegaba en pleno auge.
Es cierto que la dirigente se encontró
con una furibunda oposición mediática desde el primer día. Ser
mujer, joven y atractiva suele jugar en contra en la marrullera
política italiana. Pero ella siempre encontró una excusa, otros
culpables. En la crisis de las basuras ha acusado al presidente de la
región del Lazio -a la que pertenece Roma- de querer boicotearla
cerrando los vertederos de toda la zona, ya que se da la casualidad
de que el gobernador regional es Nicola Zingaretti, secretario
general del PD. Rodeada de enemigos y sin la red protectora de su
partido, Raggi se ha lanzado a una estrategia kamikaze, como cuando
le declaró una guerra pública a Manlio Cerroni, un empresario
-imputado- que ha controlado durante medio siglo la gestión de las
basuras, sin encontrar tampoco un modelo alternativo.
El epílogo más probable para Raggi es
que sea devorada en las próximas elecciones, si no cae antes. Y ahí
espera ya el líder de la Liga, Matteo Salvini, que desde hace meses
ha puesto también a la alcaldesa romana entre sus blancos
habituales. “Su objetivo sería conquistar Roma como prueba
definitiva de que Liga se ha transformado en un partido nacional”,
apunta Panarari. Pero Salvini, siempre bien asesorado, se curaría de
que su partido corra la misma suerte del PD o el M5E en Roma, por lo
que estaría pensando más bien en apoyar una lista de Hermanos de
Italia, otra formación de extrema derecha y amplia implantación en
la capital italiana. Roma y Turín fueron los ayuntamientos del
cambio en Italia. Y aunque el M5E difiera mucho de Podemos, la suerte
de sus alcaldesas lleva camino de seguir la misma suerte que los
regidores de la formación morada.
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