Opinión
Solidarios de foto
Hacen cola a ver quién se hace la foto con los inmigrantes del «Open Arms». Los dejan de vacaciones en un crucero por el Mediterráneo y ahora se apresuran a recibirlos cuando no tienen más remedio. Ninguno de los gobiernos de la podrida Unión Europea habla con claridad. Primero se comportan como si estuvieran dando la homilía de un bienintencionado sacerdote y luego sacan el látigo de espantar bichos marinos, y así hasta que entran en bucle y ya no saben ni lo que dicen. Con entremeses al estilo «Kichi» que tiene tan buen corazón que les ofrece un puesto en Cádiz. Eso sí que es carnaval.
Informen a los ciudadanos de lo que está pasando con este barco. Que se salta todas las recomendaciones y leyes para desalar su conciencia y la de ilustres visitantes como Richard Gere, el actor que llega en yate y aún piensa que «Pretty woman» puede hacerse realidad. Pero todo es mentira. Cinco países de la Unión se reparten a 167 personas a la deriva en un ejercicio de hipocresía tan enorme que haría palidecer la merienda de un aduanero. Mientras tanto, hay miles a la espera de que el entramado mafioso del tráfico de personas los lance a donde sople el viento. Los samaritanos del «Open arms» no son más que una pieza del negocio, pero entretienen el verano en campañas de salvamento de ellos mismos. Pasado el día de la foto nadie sabrá qué ha sido de esas almas. Y así hasta la próxima remesa, bien publicitada por los medios. Los que no salen en televisión no existen ni han nacido. Y en ese triángulo diabólico que forman los nuevos esclavistas, los gobiernos inanes y las ongs se crea una maldita teoría de la solidaridad como una de las bellas artes.
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