Opinión
Vuelcos, giros y revueltas
Fue la noche del 18 de abril de 2015, no muy lejos de la isla de Lampedusa y en aguas libias cuando fallecieron ahogados algo más de 600 personas que pretendían alcanzar la Unión Europea. Aquella tragedia señaló el arranque de la crisis migratoria que tendría como jalones la salida masiva de refugiados desde Turquía para la costa griega, el hallazgo de 71 cadáveres en un camión frigorífico en la frontera entre Austria y Hungría, la acogida por Alemania de más de un millón de personas y luego el cierre de fronteras, hasta llegar a la congelación del espacio Schengen por algunos países europeos (entre otros Alemania) y las divisiones provocadas por los intentos de reubicación. La crisis abrió un abismo entre los países del Oeste y del Este de la Unión y acentuó entre los primeros las tendencias populistas. Junto con el Brexit y después de la crisis económica, la cuestión de los refugiados ha sido la principal amenaza para la Unión Europea.
Entre los gobiernos que se dieron cuenta del peligro estuvieron los de Rajoy. Dentro de sus limitaciones (las presupuestarias impuestas por un Estado casi quebrado y las derivadas de su aversión a comunicar sus propias acciones, en particular las positivas), los gobiernos de Rajoy se esforzaron por encauzar la inmigración e involucrar a la Unión en una política común, con especial hincapié en los acuerdos de cooperación con los países africanos en los que se originan estos flujos migratorios, evitar las devoluciones masivas, el control de fronteras y el respeto del derecho de asilo. La llegada de Sánchez a la Presidencia marcó una nueva actitud.
El primer gesto llegó con los 629 migrantes del Aquarius. Fue una sobreactuación innecesaria, destinada a poner en un brete a los gobiernos previos, como si estos hubieran favorecido las tragedias vividas por los inmigrantes. También fue un gesto de muy corto plazo. Sánchez y su equipo frivolizaron con el enorme coste de la crisis de inmigración del año 15 y las consecuencias que tuvo y las que estuvo a punto de tener.
Lo que ha revelado la actitud ante el Open Arms, tan distinta, revela el vuelco producido desde entonces y un modelo de comportamiento clásico en el socialismo español. En plena crisis, Rodríguez Zapatero tardó dos años. Sánchez ha tardado la mitad en hacer lo contrario de lo que había hecho antes. Y luego en hacer lo contrario de lo contrario.
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