Opinión

Escipión el Africano

La brutalización de la política tiene estas cosas. Que a 24 horas de que Felipe VI inicie la ronda de encuentros hay quien saluda las cabriolas de Albert Rivera como si fueran obra de Escipión el Africano o el general Rommel. La brutalización de la política, secuestrada por los bajos instintos, y el peor teatro... Con la estética al servicio de un guión nutrido mediante vistosos golpes de efecto. Rivera, patroncito del no es no, pudo emplazar al PSOE hace meses con un programa de gobierno. Tuvo ocasión de presentar una plan detallado y unas condiciones, y hasta de exigir plaza en el Consejo de Ministros. Rivera pudo entonces condicionar al siempre viscoso Pedro Sánchez hasta el punto de haberle situado en el dilema de obligarlo a explicitar su preferencia, ante los españoles y ante Europa, por Bildu, Podemos o ERC.

Pero Rivera, estadista dubitativo, va sobrado de infantilismo en vena, rodeado de community managers y separado del mundo por un coro de estilistas áulicos. De ahí que haya facilitado la defenestración de algunos de los mejores y el acallamiento de los intelectuales antes de escribir en una servilleta arrugada su enésima y definitiva charlotada. Por supuesto no tiene voluntad de acuerdo, ni más interés que acudir a las elecciones gritando entre sollozos que hizo cuanto pudo. Lo que hace tres meses habría sonado adulto y urgente hoy resulta intragable. La parodia de un discurso.

La ocurrencia de un crío. ¿Nadie recuerda que Pablo Casado lleva meses proponiendo salidas a Sánchez mientras Rivera sobreactuaba en el papel del poli malo y duro y señalaba la puerta (o la ventana) a quien osara discutir sus ensimismados alardes de cerrazón numantina? Cuestión suplementaria y distinta es la dificultad que debiera de encontrar Sánchez para justificar por qué «no hay obstáculo real» para que PP y Cs se abstengan y sin embargo no se lo admite a Podemos. Aunque no esperen demasiados apuros en quién transformó en suaves emisarios de paz a los talludos asesinos de concejales socialistas. Y así pasan los días.

Entre las genialidades de Rivera, la sumisión nacionalista de unos barones del PP en el papel de Núria de Gispert, la falta de escrúpulos de Sánchez, las irreprimibles traiciones podémicas, el exótico prestigio moral de los xenófobos en toda España y las recurrentes amenazas de los golpistas catalanes, nos vamos quedando muy solos.