Opinión
Decidir
Reconozco que me ha impactado profundamente leer en el «The New York Times» cómo el Presidente Trump había decidido –o más bien dejado de decidir– llevar a cabo represalias por el derribo por parte de Irán de un dron de exploración estratégica. Revivió en mi recuerdos de una pasada vida operativa en la que tuve el privilegio de presenciar cómo se tomaban decisiones de este tipo que podrían llegar a afectar profundamente a España. Y ya les adelanto que en la comparación, el Sr. Trump no sale muy bien parado.
En algún momento de la tarde del 20 de junio pasado el Presidente Trump había decidido responder al derribo –admitido por las iraníes– el dia anterior de un dron tipo Tritón MQ-4C sobre el Estrecho de Ormuz. Las correspondientes represalias se ordenaron a través de la cadena operativa. Se trataba de planificar una salva de misiles Tomahawk desde ciertos buques en la zona contra tres blancos seleccionados mientras el Portaviones «Lincoln» –aquel en cuya escolta había cesado nuestra Fragata «Méndez Núñez»– lanzaba sus aeronaves para neutralizar cualquier posible respuesta iraní. Sin embargo, tres horas después, sobre las 9 de la noche –al borde de la hora límite– en lugar de la confirmación, Trump anulo el ataque escudándose hipócritamente en la estimación de bajas iraníes que era previamente conocida. Todo esto me recordó aquel viejo adagio sobre el sable: Ni lo saques sin razón, ni lo envaines sin honor. Sin honor, pues era la administración norteamericana la que había llevado al gobierno iraní contra las cuerdas al estrangular sus exportaciones de crudo tras denunciar unilateral e injustificadamente el tratado de no proliferación nuclear firmado con ellos. Y sin razón ya que la Historia demuestra que las dudas y la cobardía moral no hacen más que empeorar las situaciones y dificultar las posteriores decisiones.
Como Segundo AJEMA tuve la oportunidad de presenciar en el año 2002 cómo el Presidente Aznar tomaba la decisión de recuperar el islote de Perejil ocupado por un contingente marroquí. La decisión era compleja, no por la ejecución táctica en si misma, sino más bien para no provocar una reacción marroquí que dañara gravemente nuestras importantes relaciones y adicionalmente creara un área de inestabilidad en la vital zona internacional del Estrecho de Gibraltar. Se trataba de evitar establecer un antecedente por parte de Marruecos salvaguardando simultáneamente su dignidad. De determinar que niveles de fuerza serían los adecuados para no provocar una respuesta contraproducente tanto por parte de Marruecos como por la comunidad internacional; especialmente de norteamericanos y franceses. Los asesores militares españoles fuimos oídos y el Presidente Aznar supero los fantasmas de la duda que siempre acosan aquel que tiene que tomar la decisión final. Y ya saben como acabo aquello: bien para todos, especialmente para nosotros. No hubo escalada y no se creó ningún precedente negativo. Tambien he tenido otras oportunidades de presenciar cómo se adoptan decisiones a nivel político sobre cuestiones operativas. Habría que destacar en todas ellas el valor moral que requiere poner fin a la especulación sobre hipotéticas consecuencias negativas y la soledad que experimenta la persona que tiene que tomar la decisión última. No es nada fácil, requiere un temple especial del que al parecer carece el Sr. Trump después de tanta bravuconería de Twitter.
Trump imagino que denunciando el tratado que firmo el Presidente Obama –junto a europeos, rusos y chinos– para evitar que los iraníes pudieran conseguir combustible nuclear para sus bombas, y ejerciendo a la vez una máxima presión económica sobre los iraníes, iba a conseguir que el gobierno de los ayatollas accediera a limitar tambien sus misiles balísticos y sus acciones expansivas irregulares. Pero todo esto se ha demostrado como una hipótesis falsa. Especialmente porque Trump juega con fecha de caducidad: las elecciones presidenciales del 2020 que le pueden mandar a su casa o a la cárcel. Un amplio sector de los asesores de Trump lleva años deseando y planificando un conflicto con Irán que conduzca a un cambio de régimen. Otras voces más sensatas le están recordando que no hay un ningún interés vital actualmente que justifique la pérdida de vidas y bienes norteamericanos por defender el régimen de Arabia Saudí y alterar profundamente el equilibrio sunní chiita en Oriente Medio. Es decir, resumiendo: hipótesis de base falsa (que los iraníes se iban a arrugar), asesores divididos y falta de valor moral en la decisión final han conducido a establecer un precedente negativo en las relaciones entre los EEUU e Irán que posiblemente siga envalentonando al régimen de los ayatollas para escalar sus desafíos antes de la fecha de las próximas elecciones presidenciales norteamericanas. Además toda esta trágica comedia arrastrara una desmoralización en la administración norteamericana actual y especialmente entre los mandos y fuerzas militares actuantes. Las consecuencias de la crisis hispano marroquí del 2002 y las de un enfrentamiento abierto entre norteamericanos e iraníes que empiece en el Golfo Pérsico –y acabe no se sabe dónde– no son comparables. Sin embargo lo que si admite comparación son los procesos de decisión y el valor moral que requiere el decidir en tiempo útil, es decir sin conocer todos los datos. Y me parece que el Aznar del pasado sale favorecido en todo esto sobre el Trump del presente. El decidir tiene más de arte que de ciencia. No se aprende en los libros.
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