Opinión

Es el paro, no Franco

Comienza la campaña electoral en vísperas de la noche de Halloween. Truco o trato. Mientras los amantes del género terrorífico preparan las palomitas, se proyecta en directo «Déjame salir». El luto de la ministra de Justicia era impostado, pero el resto del gabinete debería lucir hoy brazalete negro no por Franco sino por los datos del paro. En la próxima EPA, el barrio de Mingorrubio se verá agraciado. Mal de muchos. Esto es solo el principio de una larga amistad con el miedo, ese momento en que las neuronas se alteran ante una amenaza y que provoca placer, descarga de adrenalina,cuando se controla, que es el caso de la juerga de las calabazas. Quieren que los españoles tengan pánico a los muertos mientras los vivos se van a la cola del paro con su propio temor en forma de joroba. Sánchez sigue la estrategia Zapatero: adornar de ideología las fiestas de los pueblos y negar la catástrofe. Que una persona pierda el trabajo supone un drama que no aguanta un helicóptero. Los muertos no trabajan y a los sepultureros el pan no les falta. ¿Y los demás? En lugar de ofrecer ruedas de Prensa y convertir la exhumación en otro funeral de Estado cuarenta y cuatro años después, el presidente debería comparecer para mirar a los ojos a sus compatriotas y embalsamar un poco de tranquilidad y no esperar a que algunos pies asomen por el ataúd desesperado. Antes de que la vida sea un mal pensamiento, como reza un poema de Panero de su «Teoría del miedo», los muertos han de volver al manicomio y no dejarlos sueltos de asustaviejas. El chiste del día no es el gazapo de un compañero que confundió a Carmen Polo con Carmen Calvo. Es que el paro no sea emergencia nacional. Puta gracia.