Opinión
Un ministro en la luna
«Prefiero no hablar de las cosas que no sé», decía Pedro Duque, al poco tiempo de ser nombrado ministro de Ciencia, Innovación y Universidades, cuando tenía que rendir cuentas de la sociedad patrimonial que había creado para la adquisición de sus dos viviendas. Luego decía que pagaba un autoalquiler a la empresa por la vivienda en la que vivía y más tarde negaba haberlo dicho.
La prudencia para no hablar de lo que uno no sabe está muy bien pero, solo al principio, y, no es eterna, sobre todo cuando tienes el compromiso de ser responsable de Gobierno. Un ministro, que siempre está expuesto a los medios de comunicación, al Parlamento y a múltiples actos públicos, debe estudiar y aprender lo que no sabe porque es la voz del Estado en la materia que desempeña.
A estas alturas de mandato, la mayor parte en funciones y con más tiempo para cultivarse y reflexionar, debería de conocerse al dedillo el sistema universitario. O no ha hecho los deberes o sigue en la luna porque no se puede finiquitar con un «no me meto» a valorar la carta, firmada por 800 profesores, dirigida a los rectores de los campus públicos catalanes por la que se pide la retirada de los manifiestos contra la sentencia del «procés», porque «opinar es libre» y «que los estudiantes a veces se apuntan a cosas».
Es de una frivolidad tan grande que Duque no vele por la libertad ideológica en las universidades, no requiera a los rectores, autoridades administrativas públicas, para que los criterios de evaluación no favorezcan a un sesgo político y no defienda a los alumnos y a los profesores que no quieren hacer huelga que más vale que dimita, aterrice de una vez en el planeta Tierra o se quede en la Luna.
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